sábado, 22 de febrero de 2020

Sobre el tráfico ilegal de pterodáctilos y su misterio.

Mejor impreso que muchos modernos integrales

El alma universal de la historieta española de derribo de finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, en la que germinaron no pocos editores grotescos y publicaciones de singular envoltura, solía rodearse de un vaho halitoso en el que no era infrecuente encontrarse ediciones piratas de casi cualquier clásico de entre los cuadernillos de aventuras. Colecciones que deberían figurar en una historia secreta del coleccionismo antes que en la crónica general de la piratería por lo que tuvieron de labor recuperadora para tantos autores y series. Que aun mediante una precaria y pobre circulación sirvieron para el reconocimiento de una historieta para entonces ya extinguida. Aquellas ediciones facsímiles no solo sobrevivieron a la desaparición de Bruguera y Valenciana, tenidas por editoriales profesionales pero más esforzadas en devaluar sus propios personajes y menospreciar también a sus creadores, sino que probablemente son la única razón por la que muchísimos lectores pudimos conocer a autores como Iranzo o a personajes como Bengala sin la menor responsabilidad de estar preservando un tesoro para la posteridad. O sentir que con ello volvíamos a ganarnos ningún último pedazo de un paraíso que realmente nunca conocimos, salvo en aquellos pocos recuerdos revividos por nuestros progenitores o abuelos al vernos leer otros tebeos muy distintos de los que ellos recordaban intercambiar con sus amigos.
La auténtica piratería es siempre mucho más audaz y no suele tener que apelar al consumo nostálgico. Tampoco necesita de las maldiciones, conjuros y evocaciones, que despierta el estudio del medio entre coleccionistas, aficionados o investigadores, sino de la masticación vampírica de quienes remueven terrones de tierra a los pies de algún autor. Para los de mi quinta el caso más famoso de piratería podría ser la recopilación de la serie El baile del vampiro llevada a cabo por Proyectos editoriales Crom sin conocimiento de su creador (Sergio Bleda) en 2002. Y que tuvo que ser retirada del mercado. De todas maneras el recopilatorio era tan cutre que ni siquiera llegó a constituirse en un verdadero objeto de coleccionismo tras su retirada del circuito comercial; pudimos gozar de una más digna recopilación algunos años después de la mano de Aleta ediciones, por suerte.

[EN OTRO LUGAR... ¡AHORA MISMO!]

Todo joven anacoreta reconvertido en coleccionista de tebeos desearía poder sumar a su tebeoteca ediciones raras. Tebeos raros de verdad. Tebeos que casi den grima. Que resulten especiales no por tratarse de productos de gran exclusividad, alto precio y tirada limitada, o que tal vez puedan haberse caracterizado por una distribución muy restringida como sucede con catálogos o tebeos emitidos por asociaciones e instituciones de todo tipo. Más bien publicaciones que arrastren tras ellos una historia de suspense y misterio tal que pueda presentirse algún fantasma o cadáver mutilado al final de la misma. Para ello podríamos salir a la búsqueda de tebeos que sufrieran algún tipo de censura y no vayamos caer en el error de pensar únicamente en política y destape, en España hasta personajes como los Pitufos y Espiru (Spirou) la han sufrido en sus cubiertas—. Si es que contamos con el suficiente dinero. "¡Pero que muchísimo dinero!" De no ser el caso, probablemente tengamos que conformarnos con tirar de alguna cutrez y buscar ediciones piratas como esta:  


























Todavía alguno será capaz de adivinar al primer vistazo qué popularísima serie de la historieta francesa tiene aquí la más chusca edición jamás realizada en nuestro país; hacia el año 1983, se supone. Y no serán pocos. Todos los demás dispónganse a seguir atentamente las siguientes instrucciones para averiguarlo:  

"Olvidénse del título y traten de centrar su atención en la ilustración de portada durante no menos de cinco segundos; no se mareen, no se rasquen... ¡ya falta poco! Ahora vayan achinando los ojos muy despacio, como siguiendo el ritmo de una antigua persiana enrollable o los giros de un pollo asado en una de aquellas máquinas que.. ¡Pero no dejen de respirar! (Resoplen, respiren; resoplen, respiren; resoplen, respiren.) Sigan tan lentamente como puedan hasta que solo alcancen a enfocar el subtítulo y entonces debería venírseles a la cabeza el nombre de ______" 

Efectivamente, el coleccionista siempre gana, se trata ni más ni memos que de una traducción de la primera aventura de este personaje tan de folletín. Unas aventuras que fueron propularizadas por obra y gracia de los señores editores de Norma editorial en nuestro país desde los años ochenta hasta hoy. Primeramente a través de su colección de álbumes Cimoc extra color, y, mucho después, justo a rebufo de su adaptación cinematográfica, en una nueva colección de libros recopilatorios en cartoné que algunos debieron comprar con cierta nostalgia y satisfacción. Se sabe del caso de un niño de once años (natural de Badajoz) que falleció en 2012 tratando de comprender qué podía haber llevado a su tía a regalarle un tebeo como ese por su cumpleaños. La influencia del cine llega a ser terrible a veces. Incluso la cinematografía francesa puede resultar perjudicial para la salud cuando se le permite traspasar sus fronteras naturales sin las debidas precauciones. Y bien sabe Hergé lo permisivas que han sido siempre nuestras autoridades con el cine y la historieta franco-belga. También entre los intelectuales y artistas españoles pueden contarse por miles los infiltrados siempre dispuestos a trocar nuestras costumbres y tradiciones por cualquier cosa con regusto a sobaco franco-belga. Ramón de España, Bertín Osborne, Raimon Fonseca... esa lista es importantísima para nuestros planes. Algún día detallaremos por lo menudo toda esta confabulación en torno a la historieta española y el cuento completo de sus primitivos instigadores. Pero lo que cuenta es que no fue Norma editorial la primera empresa en servir en nuestro país las aventuras de la celebre escritora Edith Rabatjoie protagonista de la saga de historietas que encumbraría a su creador en el Festival de Angulema al otorgársele el Gran Prix el año de 1985.


Álbum original (1976, Casterman) y sus traducciones españolas de 1980 y 1982.

En 1980, un año antes de que la barcelonesa Norma editorial retomara la publicación de las cabeceras Cimoc y Hunter, y de la marca CIMOC, por tanto, entonces todavía en posesión del editor madrileño Riego ediciones tras la deserción (escalonada) del mercado historietístico del sello editorial San Roman con el que se había iniciado la primera andadura de la revista de historietas Cimoc, se traducía al español la primera entrega de la serie Les Aventures Extraordinaires d'Adèle Blanc-Sec con el título de Adele y la Bestia. Un modesto álbum en rústica impreso en blanco y negro por Riego ediciones con el que se abría la colección Super Cimoc en 1980; de la que se llegó a anunciar un segundo número, El demonio de la Torre Eiffel, también perteneciente a la misma serie creada por Jacques Tardi. Finalmente utilizado por Norma editorial para dar inicio a su colección de álbumes Cimoc extra color en 1981, comenzando así una nueva edición de la serie Las extraordinarias aventuras de Adèle Blanc-Sec en color que se extendería dentro de esta colección hasta 1999 con la publicación del álbum titulado El misterio de las profundidades. Todos ellos recopilados posteriormente en la edición que de 2010 a 2012 se llevó a cabo para reunir de forma íntegra esta saga junto a su última aventura (Le Labyrinthe Infernal) y otras tres obras relacionadas con el universo de Adèle Blanc-Sec, como eran las historias protagonizadas por Lucien Brindavoine y la titulada El demonio de los hielos. Este tipo de epopeyas editoriales eran bastante comunes y no fueron pocas las series que disfrutaron de una publicación tan azarosa como la creación de Tardi. Turbando a los aficionados que pudieran haber comenzado a leer las aventuras de Adèle a partir de la edición de Norma, iniciada con El demonio de la Torre Eiffel y seguida por El sabio loco y Momias enloquecidas, es decir, los álbumes segundo, tercero y cuarto de la serie, antes de poder hacerlo en 1982 con el primero, Adèle y la bestia. El sentido de lo sublime, de lo ideal y lo invisible, que experimentaban aquellos lectores aparecerá como un acto de devoción insuperable a ojos de los coleccionistas de hoy en día.

[A LA MAÑA SIGUIENTE...]

La cuestión a abordar en este punto podría formularse de muchas maneras o solo mediante una sencilla pregunta. Ahora bien, probablemente no exista una clave o respuesta dada que permita asegurar que Pterodáctilo. Las extraordinarias aventuras de Edith (titulo tras el que se ocultaba la aventura original Adèle et la Bête, recordemos) fuese lanzado con posterioridad a la traducción que Norma editorial acabó por publicar bajo el título definitivo de Adèle y la bestia, como se ha indicado a veces al datar el lanzamiento de esta burda publicación pirata en 1983. Aun pudiendo partir esta fecha de alguno de los listados de novedades que logremos encontrar en los mejores y más puntillosos fanzines teóricos, dotados ya en aquella época con secciones regulares dedicadas a informar sobre el lanzamiento de tebeos y otras publicaciones relacionadas con la historieta, podría imaginarse que, al igual que sucede con no pocos títulos actuales para los que es posible encontrar diferentes fechas de salida según las fuentes consultadas, y a que incluso todavía existen publicaciones que escapan a cualquier seguimiento, podamos llegar a dudar que ese fuese el año en que se lanzase una publicación como Pterodáctilo. ¿Qué beneficio podrían haber obtenido los impulsores de una edición tan inferior como este tebeo más de un año después de que Norma editorial pusiera en circulación un álbum en color de esa misma historieta? ¿Acaso no sería más lógico imaginar que quienes estuvieron detrás de esa edición pirata no intentaron otra cosa que aprovechar la ausencia en el mercado de aquella primera entrega de la saga de Adèle Blanc-Sec antes de que la editorial dirigida por Rafael Martínez se decidiera a llenar ese hueco para regocijo de sus lectores en 1982? La piratería editorial conduce a pensar en el oportunismo y en alguna clase de beneficio con que rentabilizar una actividad tan ilegal como mediocre cuando parte de una empresa obligada a hacer registro de todas sus actividades y no de la iniciativa individual de un coleccionista emisor de facsímiles. Y Pterodáctilo precisamente no parece tratarse de una publicación que floreciera como resultado del amor a la historieta. O el respeto al autor y algún cierto fervor incondicional hacia el personaje de Adèle Blanc-Sec. No solo porque la ilustración de portada y el título dado a este tebeo apenas puedan resultar estimulantes y catalizadores del interés de un público concreto, que difícilmente sabría reconocer la obra allí contenida, sino por resultar más sencillo voltear el tebeo, o buscar en sus créditos, reparando en la distancia existente entre cualquier facsímil de un cuadernillo de aventuras y este... ¡este estropicio!
Hasta aquí apenas sí ha aflorado el problema, sin embargo capital cuando nos encontramos ante un caso claro de piratería: el editor. Aparentemente Pterodáctilo fue editado por Editorial Finhaxel, S. A., su logotipo figuró así en la contracubierta del tebeo junto a la indicación del precio. No obstante libros como Diferencia entre joder y hacer el amor, Acierte las quinielas, Digitopuntura sexual, Curso de detective privado, The penis, manual de desarrollo del miembro viril, Arregle su coche usted mismo, La cría moderna de caracoles, y otros tantos títulos muy propios de la época de exploración democrática en la que fueron publicados por este sello se presentan como obras acreditadas a Finnaxel, S. A. en vez de a Finhaxel, S. A. en la base de datos del ISBN del Ministerio de Aquello y de Deporte. Que bien pudiera tomarse por una errata si todos esos treinta y nueve títulos no apareciesen registrados con fecha de edición para el año 1982, en distintos meses desde enero a noviembre; por supuesto, no existen registros de más actividad de este editor tras ese año de 1982. Aunque tampoco las publicaciones emitidas por Editorial Finhaxel se agoten con los libros que uno puede encontrar en la base de datos del ISBN. Incluso un chusco tebeo como Pterodáctilo cuenta con su propio número de registro, 84-8575-9-23-0, y también contamos con el nombre de un impresor, Producciones gráficas Exporfilm, S. L., presumiblemente ubicado en Barcelona. Si es que se trataba de la misma imprenta asociada a la editorial y la marca Editorial Finaxel, S. A./Finnaxel, S. A. responsable de las labores de impresión de una gacetilla publicitaria titulada Don Anuncio directamente implicada en uno de esos fraudes que se hicieron tan famosos durante los años ochenta, y que todavía de cuando en cuando sirven para rellenar algún pequeño espacio documental sobre aquella época en cualquier televisión nacional, la estafa de Almacenes Canarios. Una estafa de venta por correo acerca de la que se puede leer incluso en internet:


Una presunta estafa cuyo importe a elevarse a más de 1.000 millones de pesetas ha sido descubierta por la policía madrileña a instancias de los servicios municipales de información al consumidor de Madrid, que recibieron durante el mes de mayo varios centenares de denuncias de que no recibían los productos comprados. La estafa está relacionada con una empresa de venta por correo, Almacenes Canarios, que tenía oficinas en Madrid y Las Palmas de Gran Canaria y captaba clientes a través de una revista de anuncios. [...] La revista Don Anuncio, que proclama en su cabecera efectuar una tirada de un millón de ejemplares y disponer de dos millones y medio de lectores, parece haber sido el soporte para que la empresa Almacenes Canarios [...] Don Anuncio es una publicación que opera fuera de los circuitos comerciales habituales y que no es conocida en medios publicitarios. La editora de la revista es Finhaxel, SA, con domicilio en la madrileña calle de San Delfín 2, local B, según consta en sus páginas, aunque se imprime en talleres gráficos de Barcelona.


De modo inmediato, sean cuales sean las razones por las que Editorial Finhaxel, S. A. figure con un nombre distinto en el registro de ISBN, gracias a este artículo podemos comprobar que la dirección de la entidad nombrada como Finhaxel coincide con el de la registrada en el sitio web del Ministerio de Cultura y Deporte con el nombre de Finnaxel. Hacia el final del mismo artículo nos encontramos además con que uno de los cachibaches anunciados a través de Don Anuncio consistía en viveros para la cría de caracoles. Siendo La cría moderna de caracoles  uno de los pocos libros que encontramos publicados por Finhaxel/Finnaxel, no queda mucho más que añadir sobre las actividades de esta editorial pirata amiga de estafadores. Apenas que habría publicado otros dos tebeos durante 1982, basados en figurones como Julio Iglesias y Lola Flores. Pura anécdota.
E, insisto en ello, no puedo creer que Pterodáctilo se publicase con posterioridad al lanzamiento del tebeo que traducía la misma obra por parte de Norma editorial. Ninguna estafa se improvisa. Y cualquier estafa del tipo que nos ocupa debería de ser fácilmente descubierta dentro de un círculo tan minúsculo como el tebeístico. La simple necesidad de controlar la publicidad otorgada a una obra, y estar al tanto de las informaciones que sobre la divulgación de una historieta o de un álbum pudieran llegar a difundirse en cualquier momento o lugar, deberían haber llevado a los editores y redactores de Norma editorial a denunciar al menos ante su público la existencia de una edición pirata de una de sus licencias, como era la traducción de Adèle et la Bête. Así obraban cuando nos advertían que la labor de un crítico como Javier Coma en cierto periódico tenía poco que ver con un auténtico afán divulgador y mucho con el rencor y un interés más que personal por dar relevancia únicamente a aquellas revistas y editores con los cuales trabajaba. También cuando elogiaban la existencia de publicaciones teóricas como El Wendigo y Sunday o dedicaban algún amplio espacio a dar cumplida información sobre algún festival o salón de la historieta. Sin embargo no parece que, ya a través de una de las columnas escritas por su propio director ya como una simple nota dentro de la sección de actualidad conducida por Joan Navarro, se llevase a cabo ningún anuncio acerca de la existencia de Pterodáctilo desde la estructura organizativa de Norma. La espontaneidad y lucidez que caracterizaban las relaciones entre un editor y su medio ambiental no dan razón a pensar que Rafael Martínez no habría puesto igualmente el grito en lo alto de una de sus columnas de opinión de haberse publicado la edición pirata de marras incluso después de 1982 con la misma presteza que si Josep Toutain le acabara de pisar el dedo gordo del pie.
La localización de una fecha como 1983 quizás deba buscarse en el nacimiento aquel mismo año del boletín Tribulete, y en sus detallados sumarios de novedades (si hay alguna verdad debe encontrarse ahí), publicación a la que realmente muy pocos tendrán acceso. No pudiendo uno soñar con ver algún ejemplar ni tomando pastillas, más bien nada seremos capaces de imaginar sobre lo que en esta publicación informativa pudo llegar a comentarse de Pterodáctilo. Quizás, por ello, algunos coleccionistas han acabado optando por dar como fecha de publicación de Pterodáctilo. Las extraordinarias aventuras de Edith el año 1980. Puede que estos últimos aficionados expertos se fijasen en que la traducción y la rotulación de este tebeo pirata y el álbum publicado por Riego ediciones eran idénticas; aunque poco más difieren ambas que en unas cuantas palabras o frases respecto a la edición que Norma acabaría realizando de Adèle y la bestia, también con una diagramación de los textos algo mejor ajustada que sus precedentes. Que tanto la edición pirata de Editorial Finhaxel como la de Riego ediciones fuesen en blanco y negro. Y que la diferencia de precio entre una y otra bien podría deberse a su distinto formato: el álbum con encuadernación rústica, en la edición legal de Riego ediciones, y el cuaderno encolado con cubiertas semirrígidas, para la edición pirata de Finhaxel. El precio de esta última era incluso inferior al de los otros tebeos publicados por Finhaxel en 1982, aquellos otros dos tebeos con formato de cuaderno grapado e impresión en color que llevaban por título facial los nombres de los cantantes Lola Flores y Julio Iglesias, que constando de treinta y dos páginas indicaban un precio de ciento cincuenta pesetas. Frente al de ciento veinticinco que aparece impreso en la contracubierta de un tebeo que llega a alcanzar las cincuenta y dos páginas de extensión como esta traducción ilegal de Adèle et la Bête cuya inquietante naturaleza nos mantendrá en vilo hasta el día en que nos encierren en algún sanatorio mental y acaben por depositar nuestra colección en un vertedero.
Y todavía existirían incluso otros pocos aficionados que datan Pterodáctilo en una fecha tan lejana como 1984.


[POR LA TARDE, EN SU CASA...]

Todos nos encontramos afligidos por el mismo problema al tener que contemplar este feísimo tebeo pirata día tras día sin una respuesta. Un tebeo sobre el que, además de polvo, migas de pan y algunas cuantas manchas de chocolate, se va acumulando la angustia humana primitiva de la que jamás lograremos librar a una generación futura de lectores aficionados cada vez más menguada en número. ¿O que quizás ya desaparezca con nosotros? Cómo explicar entonces lo mucho que fuimos capaces de divertirnos con un tebeo del todo asqueroso, y que nos costó menos de dos euros, a los pocos que nos sobrevivan de entre los consumidores españoles de historietas.

"¡Anda y que vayan a comprarle un tebeo de a cincuenta euros (Omnigoldo supure edition) a Panini!" 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Desde aquí hasta el final todo es cuneta.