lunes, 21 de diciembre de 2020

Viaje por el Caos y visiteo al Infierno

EXPEDIENTE GUARRER:

[...] .......... es una de las editoriales más extrañas, refinadas e inteligentes que jamás se hayan dedicado a la historieta en España. Y todavía estamos lejos de poder evaluar hasta que punto supondrá una amenaza para nuestros objetivos con vistas a la suplantación de las librerías especializadas en territorio español. Recibir cualquiera de los tebeos de su catálogo ha trastornado a no pocos lectores aficionados que, como nuestro primer sujeto experimental (Expert Patient I-Isma), solían sentirse seguros respaldando las decisiones de aquellos grupos y asociaciones capaces de influir en la recepción y el recorrido comercial de una obra o de un autor. Pues hemos comprobado cómo lectores que hasta ahora se creían suficientemente exigentes según los criterios de evaluación de una memoria cultural de la historieta española significativamente estereotipada comienzan a cuestionarse los mecanismos de descarte y exclusión a partir de los que emprendimos nuestra misión evangelizadora. Ya no son esa gente alegre y confianzuda que nos encontramos al llegar a este sector. Ya no quieren nuestros marcapáginas de seda ni aceptan a veces nuestra presencia entre ellos. Todo cuanto antes era afabilidad se ha convertido en terror y luchas. Cuesta avanzar hacia una línea de progreso constante cuando la mayoría de nuestros divulgadores no logran ser escuchados por estos salvajes consumidores de tebeos. Muchos de los cuales se habrían internado en lo más profundo de sus tebeotecas para no dejarse volver a ver. Una situación como no hemos encontrado al invadir otros medios; menos de dos años nos bastaron para acabar con la venta de casetes en gasolineras y bares, por ejemplo. [...] Los últimos consumidores de historieta ni siquiera parecen humanos, y, si bien es posible que lograran encaminarse hacia su propio exterminio a base de tirones de pelo y patadas en las espinillas, mientras editoriales como .......... escapen al control directo de nuestra plataforma es posible que ni eso llegue a cumplirse del modo que necesitaríamos para que la implantación del circuito aéreo de drones a butano fuese viable en un corto plazo de tiempo.

P.D. Extinguida la utilidad del Expert Patient I-Isma procederemos a la eliminación de su canal en YouTube, "Mira tú qué baldas!", así como al reemplazo de las páginas personales aún activas en sitios webs de redes sociales bajo los seudónimos La Cachulera del cómic y Comix con VOX. (También se cancelará el lanzamiento del libro "¡Háztelo con Marvel!" contratado por Panini Comics Spagna, a cuyos editores indemnizaremos con los bocatas de chóped estipulados por convenio.)
 


La historieta se mantiene como una manía, una obsesión, con admiradores fieles y consumidores caprichosos. La mayoría de ellos adultos dispuestos a perder algo de tiempo (¡y hasta toda una vida!) en la búsqueda de un ejemplar de no sé cuál publicación en la que tal vez poder encontrar una entrevista o fotografía rarísimas de ese autor excepcional o apenas peculiar y poco reconocido. Quién sabe si uno de esos dibujantes depositados como relíquias en el recuerdo de dos y tres aficionados al placer barato de los tebeos. Cuando la verdadera significación de estos distaba mucho de satisfacer el enrevesado interés conventual de pacientes expertos y doctores en historiología comiquera como los que hoy se ocupan a todo corazón y golpes de sesos en el análisis y la recuperación de las más variadas historietas y autores. Un esfuerzo en el que no suelen coincidir el editor y el estudioso. Por muy extraño que parezca, el teatrillo de brillo y filigranas mediante el que se fomenta un interés coyuntural por el medio junto a mensajes grandilocuentes que prometen transportar al público consumidor hacia una era de desvergonzada novedad tampoco parecen otorgar una función exacta a los pocos actores inclinados a mostrar el significado y la función del pasado y la memoria de la historieta española y sus autores. [1] No obstante, de entre el exorbitante abanico de minúsculas editoriales que pugnan por enturbiar el buen juicio del aficionado español ninguna proporciona criterios tan fiables al plantearse la exploración de esa memoria cultural como Isla de Nabumbu ediciones. Desde un reducido catálogo, inaugurado a fines de 2018, con el que se pone de relieve cómo las decisiones de editores y críticos pueden modificar las condiciones de recepción de una historieta y definir la permanencia en el mercado de un autor. Ampliando de paso el horizonte de expectativas de todos aquellos lectores dispuestos a observar un panel tebeográfico lo más amplio posible a través de la recuperación de obras que pudieron disfrutar de un mayor o menor impacto en su día pero a las que después no se supo encontrar encaje dentro del mercado historietístico por cuestiones socioecómicas ligadas a los distintos soportes de edición. Que pueden llegar a extinguirse de una a otra época y tan importantes son a la hora de valorar la trascendencia presente o futura de cualquier historieta.
Por orientación y objetivos, destaca el bautizado por el propio editor como Proyecto Auraleón: intento de rescate de la obra de un singular dibujante español ligado a la mítica editorial Warren Publishing y a los años del "cataplum del cOmic" de finales de los setenta y comienzos de los años ochenta, Rafael Aura León (1936-1993). Un autor que encontró recepción y aceptación en el más basto ámbito internacional dentro de la llamada invasión española a través de revistas de historietas estadounidenses como Vampirella, Creepy o Eerie, y cuya fama se prolongó al menos en nuestro país gracias a las cabeceras auspiciadas por el inefable Josep Toutain hasta finales de la década de 1980. Jamás recuperado después y muy pronto olvidado por la mayoría de lectores, que ni de un sencillo recopilatorio de este dibujante como los que Toutain solía dedicar a sus autores más prolíficos pudieron presumir tras la debacle de las revistas españolas, Auraleón vuelve a abrirse camino en la conciencia de los consumidores de tebeos gracias a la labor del Téorico (metasíquico) / Articulista (piroquinético) / Crítico (retrocognitivo) / Autor (hipnopómpico) / Prologuista (volador) / Documentalista (psicométrico) / Coordinador (omnipresencial) / Editor (rumboso (!?)) Javier Alcázar. Pero no se crea que es la primera vez que a este todo-lo-qué-quiera-que-sea además de Editor (rumbooso (!?)) le da por imaginarnos a los aficionados pensando en repartir otra vez laureles y escribir nuevos listados con lo mejor que la historieta española ha parido. Esta manía por una revisión del peso de la selección sobre obras y autores, que en cada época puede llevar a valorar formal y temáticamente la historieta bajo criterios muy distintos, ya se dejó entrever hace más de una década con ocasión del lanzamiento de la quinta entrega de la segunda época de la revista sobre historieta Tebeosfera. Un horror de número que nos contagió cierta comezón que ahora solo los productos editoriales de Isla de Nabumbu pueden mitigar. Productos incluso de desacostumbrada sofisticación para nuestro mercado como un lujoso porfolio compuesto por esas ilustraciones que se entregaban a modo de pósteres en la revista Vampus. Aquellos que uno rara vez sí llega a encontrar conservados de mala manera junto a un herpes o un tétanos entre las montoneras del tebeo abusado y la historieta de arrope. 

"Por primera vez reunimos las ilustraciones que realizó Rafael Auraleón para los pósters de la revista “Vampus”. En total son catorce ilustraciones que no han vuelto a reproducirse desde su publicación en los años setenta, espléndidamente restauradas y recogidas en una carpeta a modo de portfolio. Una oportunidad única para conocer y disfrutar del mejor arte de Auraléon, que demostró en estas ilustraciones la perfección a la que había llegado en el dibujo y la capacidad de transmitir el horror mediante su arte."

 

Otro editor se habría resignado presentando algunas de estas ilustraciones como simple relleno de cualquiera de sus tebeos; probablemente, sin molestarse en indicar su procedencia. Pero para el editor de Isla de Nabumbu el intento de comprender y rescatar la figura de Auraleón no se limita a recopilar y seleccionar algunas pocas historietas. Y este portfolio, servido en una doble edición diferenciada por su distinto tamaño y precio, da muestra de ello. Enriqueciendo los anaqueles de las librerías con una propuesta incluso más arriesgada que emplazar a ningún lector aficionado en una justa por la restitución de un autor concreto. Una idea que quién sabe si no ha de ser aprovechada por otros editores que a partir de hoy puedan tratar de introducir nuevos portfolios o libros dedicados a la ilustración fantástica con los que resarcirnos a los amigos de la fantasía heroica de este ya declinante año dedicado a "Conan el amojamao", con el que nos mortificaron desde la madre Marvel y sus superhijos de Panceta cOmic y Pachichi Spagna. [2]
Esta lenta y reflexiva operación de rescate, un caso editorial fascinante por partir de una situación no solo poco propicia sino tan plena de adversidades que ni el comienzo de un cuentecito popular ruso, no habría sido posible sin la contribución entusiasta del Equipo JA-AN. Responsables por el tratamiento integral de otro proyecto de recuperación del patrimonio historietístico español mediante el que se repuso parte de la obra cubana del historietista Juan López Fernández en forma de dos álbumes esplendorosos editados por la Asociación Cultural Tebeosfera que servirán como fuente de documentación y harán el disfrute de los aficionados y estudiosos que durante los próximos siglos traten de rastrear algún ejemplar sobrante a través de Chollocolección, Los cuentos de Din Don y Más cuentos de Din Don.

Equipo JA-AN (Foto: Whakoom (정찰총국 ©℗®™))

También sería necesario subrayar la actitud comprensiva y el afán de colaboración de los herederos de Auraleón. Pues no son pocos los familiares de autores y editores ya desaparecidos cuyo celo o intransigencia les lleva a desconfiar de quienes a ellos se aproximan con la intención de promover cualquier clase de reedición. Ya por sobrestimar el rendimiento económico que concierne a la ingrata labor editorial en torno a la edición de este tipo de publicaciones en España o debido a una indiferencia y un desconocimiento absolutos sobre las dimensiones comunicativas y artísticas del medio y su interés histórico. Afortunadamente, no ha sido este el caso de los herederos del dibujante de Caos y Viaje al infierno, los dos tebeos de Auraleón publicados por Isla Nabumbu hasta la fecha, que además nos han brindado la posibilidad de disfrutar la ilustración (inédita) que luce en portada el primero de los dos álbumes mencionados. 

Despuntando en lo grotesco: Caos

 

Caos y otras historias fantásticas se presenta como un sólido y hermoso libro en forma de álbum (32 x 24 cm) de noventa y seis páginas con encuadernación en cartoné y guardas ilustradas, recopilando de manera ordenada y en atención a su fecha de publicación original catorce historietas creadas por Auraleón para la revista 1984 junto a una última de misma temática y estilo que apareció publicada en Ilustración + Comix internacional, cabecera igualmente vinculada al yugo de Toutain editor. Historietas en blanco y negro la mayoría de ellas con una extensión de seis páginas, solo Reo superaría este número al extenderse por un total de ocho, mientras que la publicada fuera de la revista 1984 y titulada Alicia se quedaría en dos páginas, de las que en todos los casos su editor más reciente se ha cuidado en conservar la rotulación original obra de Eduard Ripoll (corregida allí donde hubiera alguna errata); así como los rótulos de título que Martí Ripoll diseñara para cada una de las historias. El álbum cuenta además con una introducción a cargo de ese todo-lo-qué-quiera-que-sea e incluso Crítico (retrocognitivo) gracias a la cual la recua de la Iglesia de los Cuatrocientos Fieles Aficionados y los doce pollinos de la divulgación podremos sacar como unos cien buenos renglones en la forma de una enciclopédica nota comiquera capaz de aportar sustancia a algún digerible condimento de letras allá donde todavía brillen la popularidad y la fama universales. Pues se trata de esa clase de estudio previo bien elaborado, claro y sustentado en una tebeografía rigurosa, con ejemplos adecuadamente introducidos y analizados acerca del estilo de Auraleón y la influencia de otros artistas. Hasta didáctico en las pocas puntualizaciones que así lo necesitan, como aquellas que de forma muy resumida exponen algún hecho o circuntanscia editorial relativo a la época de realización de las obras recopiladas y a los años en que transcurrió la propia carrera de su creador. Introduciendo también algunas notas importantes sobre una biografía acerca de la que siempre circuló cierta reserva debido al triste final del dibujante. 
Quizás todo pueda resumirse en función de aquel corto período de entusiasmo por la historieta de autor ("¡Cataplum!") que cobró impulso en nuestro país con el nacimiento de las primeras revistas de Nueva Frontera y Toutain editor, durante el que Auraleón suministró a la cabecera 1984, editada por Josep Toutain, una sucesión de obras adscritas al género de la ciencia ficción según un patrón que luego algunos críticos y no pocos aficionados han venido asociando con la labor de muchos de los artistas españoles que campearon por esta y otras publicaciones parecidas. Autores a los que se suele presentar de modo escarnecedor como simples depositarios de una técnica muchas veces sobresaliente puesta al servicio de personajes y argumentos triviales, que, por lo general, se asume tampoco descollaban por su sofisticación en téminos de narratividad. Una imagen producto ante todo de una comprensión parcial de aquel período y una ignorancia aun mayor acerca de la verdadera trayectoria de los autores que lo protagonizaron. Y que en ocasiones no suele demostrarse mas que una valoración muy útil a la hora de ensalzar aquel tipo de perspectivas en torno al medio que privilegien un sentido de la actualidad de cara a su relevancia y prestigio futuros. Bajo perspectivas arrogantes y autoritarias desde las que se juzgan estilos y obras arrumbando por anticuados a uno u otro autor según los intereses del crítico o del aficionado, aun cuando se tenga la pretensión de estar redefiniendo con ello una auténtica construcción histórica; ejemplo de este tipo de actitudes pueda ser el calificar a Víctor de la Fuente como un narrador inferior a su hermano "Chiqui". [3] Una percepción inexacta cuando no interesada que posiblemente a muchos aficionados les resultara difícil llegar a contrastar por lo inaccesible de las obras y publicaciones que sería necesario examinar para tal fin. Por suerte, esta antología editada por Isla de Nabumbu bajo el título Caos y otras historias fantásticas mediante la que ahora se recuperan todas esas historietas tan de autor como las que actualmente así se autoproclaman a bombo y platillo induzca por igual a los lectores más lozanos como a los más achacosos a replantearse algunos de esos criterios. Criterios incomprensibles a los que suele reducirse el trabajo y el estilo de tantísimos historietistas, dibujantes y guionistas españoles.

La vieja ola de las rapsodias interestelares

Si bien el planteamiento de las historias recopiladas en Caos no escapa a los clichés usuales en las obras producidas para la mayoría de revistas de historietas que eran comercializadas por esos años las quince historias fueron apareciendo de marzo de 1982 a diciembre de 1983, según consta en el cartucho cronológico que complementa la introducción: "Auraleón como autor completo: experimentación y distopia"—, se trata de historietas que todavía conforman un conjunto de obras singularizadas por casi todos esos detalles que caracterizaron la producción más recordada de Auraleón. Aquella elaborada junto a distintos guionistas desde los años setenta bajo el marchamo de Warren Publishing en torno a las fórmulas asentadas por las revistas del género de horror y terror. Géneros que pudieran haber demandado un tratamiento a veces enfrentado al de la ciencia ficción con la que en aquel momento el dibujante español trabajaría escribiendo e ilustrando sus propias creaciones dentro de la cabecera 1984 de Toutain editor mediante una serie de historietas capaces todavía de destapar una nueva envoltura visual. Bajo una voluntad estetizante idónea para marcar el tiempo, la atención y el enfoque, y seguir manteniendo esas escenas desasosegantes, recargadas y generosas en detalles a las que se habían hecho sus lectores.
Ese estado de cosas nos proporciona historietas conclusivas muy dispares, sin más conexión entre sí que su temática y género, donde la hipérbole grotesca y cierta voluntad paródica no acaban de acoplarse al tipo de historieta con mensaje cultivada por historietistas como Alfonso Font por esa misma época. Desde estructuras y recursos casi igualmente artificiales, y temas también típicos de la ciencia ficción, pero que Font lograba maniobrar con mayor tino buscando influir en la conciencia del lector. Por mediación de unos cuidados diálogos y textos que no entrasen en conflicto con el efecto que pudiera buscarse a través de un final sorprendentemente crítico sobre la condición humana, o, quizás, cómico y también revelador de un encantamiento social de tipo más perverso. Que Auraleón no parece naturalmente dotado ni capaz de reproducir de una forma convincente en ocasiones. Pudiendo provocar indiferencia y disgusto en el lector al enfrentarse a una historieta como la titulada Embudo, protagonizada por un piloto de caza espacial que atraviesa por accidente un agujero negro, donde cartelas de texto extenuantes conducen un relato que se agota en un final premeditadamente absurdo y de resonancias alegóricas. Pero falto de conexión entre sus elementos principales, y puede que más propio de una mala paráfrasis sobre la imposibilidad de cambio de los comportamientos belicosos que de una de aquellas otras historietas humorísticas que la dupla Tha & TP. Bigart desarrollaba desde una cierta piedad irónica para la revista El Jueves también por esos primeros años de la década de los ochenta. Aun así se trata de la ración mínima de irritación que todo lector debe padecer al afrontar cualquier antología al uso. Nos seduzcan o no sus propuestas, el tono lúgubre y pesimista cultivado en otras de las historias que Auraleón encauza a partir del absurdo, como Pelón, Reo, ¡Huye!, o Idilio, proporcionan la impresión de un universo narrativo coherente. De tratarse de unas historietas bien ejecutadas. Aunque desde el contexto de la recepción que impone una nueva época, Pelón y Reo no posean para el consumidor moderno de historietas más interés que volver a comprobar la eficacia de esa fórmula ingenua apta para proporcionar desenlaces de cierta conmoción. Que pueden llegar a satisfacer el gusto por lo imposible en el caso de ¡Huye! e Idilio gracias a la nada reductible sensación de zozobra que consigue provocar una simple operación de inversión en la naturaleza de los personajes justo a la finalización de la historia. Mediante ese protagonista en un principio perseguido por agentes robóticos de un complejo disciplinario cuya verdadera condición nos llega de improviso. O con el coloquio distorsionado entre los diminutos extraterrestres que al final se revela en una espeluznante visión tragicómica que ningún ser humano desearía experimentar. A no ser un lector extremo que viera como un buen colofón para su vida el protagonizar alguna de las historias absurdas narradas por los parroquianos de una taberna galáctica cualquiera.
A todo ello suma Auraleón un trabajo de la viñeta exhaustivo, pero de una manera distinta a la que cultivó en sus historietas de horror. Algunas de cuyas particularidades todavía puede jugar a desvestir el lector aficionado de una a otra historieta, principlamente a través de la caracterización de los personajes y al contorno a partir del que delineó a estos. Sus escenarios continúan siendo arrebatadores aunque ya no puedan definirse simplemente como barrocos. Existe una nueva disposición en el autor, un método más diversificado que suma influencias de dibujantes como Toppi, que Auraleón impone expresivamente en muchas de sus viñetas, no solo emulando sus dibujos y composiciones verticalizadas sino también su aptitud tan especial para privilegiar el equilibrio armónico de los espacios en blanco; el estudio previo resulta muy ilustrativo de este y otros aspectos que el lector novel podría tardar en descubrir por sí mismo. (¡Tonto el que no lo aproveche!) Un lector más humillado en el trato con los tebeos y décadas de un desgraciado abuso de la historieta puede dejarse llevar por el aprecio de una u otra de las influencias a partir de las que Auraleón llegó a renovar y prolongar un estilo igual o más reconocible que el de otros muchos autores coétaneos con los que llegó a compartir espacio a lo largo de una infinidad de publicaciones. Y que sin embargo han perdurado con mayor viveza en el recuerdo de los aficionados. 



 

 

La frustante El embudo tiene su mejor remedio en otra de las historias filtradas por la influencia de uno de los historietistas españoles más pujantes por aquel período de los enrolados en las publicaciones editadas por Toutain, Josep Maria Bèa. Y su serie Historias de la taberna galáctica. De la que el tono, el ambiente y el caleidoscopio de singulares personajes de Tornillos puede tomarse casi como un homenaje, o una necesidad, en la búsqueda de ese humor entre cómico y absurdo del que también se sigue la clase de contraste conseguido al combinar un dibujo realista y detallado junto a una descripción cómica y casi jocosa como el de la conclusión que Auraleón concibe para los experimentos del protagonista de la historieta titulada Punto.
Esa realidad ilógica y caricaturesca a la que Auraleón finalmente logró dar consistencia en varias de estas historias de ciencia ficción se acompaña de un catálogo igual de drástico acerca de las soluciones posibles a las imágenes de pesadilla consecuencia de conflictos bélicos de nivel global, los desastres medioambientales, la superpoblación, o las divisiones sociales. Todos temas a la moda de la ciencia ficción dejada al cuidado de unas historietas por lo general cortas que no permitían grandes vuelos argumentales, y, sin embargo, gozaron de gran predicamento en la época. Que quizás, por uno u otro motivo, algunos autores se vieran obligados a reproducir sin poseer una inclinación especial para ello; de todos modos ya no parece posible saber si Auraleón se introdujo en este género a pedido del editor de 1984 o lo hizo por voluntad propia. Tal vez apenas como una forma de experimentar a partir de nuevos escenarios y personajes o forzado ante el gradual desinterés del público lector hacia el ámbito temático del horror y sus subgéneros. Las historias más serias, esto es, con una mayor carga dramática, y no por ello carentes de una intención paródica que pueda llegar a aproximarse a algún ingrediente satírico debido a lo grotesco de ciertas situaciones sufridas por los personajes, también despuntan mediante relatos tan poco consoladores como aquel que lleva a descubrir al protagonista de la historia titulada Caos que los problemas del mundo futuro y las sociedades del pasado se encuentran conectados más allá de toda lógica racional. 
Todo es absurdo y sin sentido en las historias que Isla de Nabumbu ha acertado a compendiar bajo un título tan descriptivo como Caos y otras historias fantásticas. Aun sin gozar de la amplitud de la que podrían haberse beneficiado de llegar a ser planteadas hoy, algunas de ellas todavía nos proveen con notables reflexiones sobre la pérdida de la entidad humana. Los errores en los que Auraleón incurre como guionista en una u otra de sus historias son achacables únicamente al nivel narrativo, esa voz excesiva y a veces discordante de sus narradores, no a la partición de las secuencias narrativas y escenas. Siempre eficaz y rigurosa. Ni a una mala elección de uno u otro montaje de sus viñetas o páginas, que pueden ir alternándose con un contrapeso calculado a los efectos que el autor persigue en cada caso. Desde la configuración más expresiva habitual al inicio de la historia a la exposición de la acción misma, trasladando con mayor o menor celeridad a un personaje hacia una afinada y sorprendente conclusión. Cualquier carencia que podamos encontrar en sus primeras obras dentro del género de ciencia ficción son con mucho superadas por el interés de la evolución y los recursos que el dibujante fue sumando de una a otra historieta. De las que ni un solo original quedó en manos de los herederos de Auraleón, por cierto, y hasta se desconoce si se destruyeron o fueron a parar al arca del tesoro de algún ávido coleccionista renano, obligando a una labor completamente artesanal de escaneado y restauración viñeta por viñeta desde aquellas pocas publicaciones que podían encontrarse en un mejor estado de conservación. Un trabajo de restauración al que el Equipo JA-AN aunque más AN que JA en lo que toca a estas operaciones tan delicadas como borrarle el bigote a Henry Cavill píxel por píxel— debió entregarse de forma intensa hasta lograr lo que un editor de Dark Horse nunca sería capaz: 
Conseguir esa sonrisilla de satisfacción al constatar que no ha recibido ninguna amenaza de muerte tras la comercialización y distribución de una de sus publicaciones. 

La compenetración del Equipo JA-AN permitió apurar al máximo un proceso de restauración absolutamente mágico.

Tenemos pocas recopilaciones como esta, mirando hacia el pasado o al presente nada parecido podremos encontrar sobre autores gigantescos como Luis Bermejo. O tan particulares como Adolfo Usero. Me temo que no serán muchas más las oportunidades que las editoriales españolas nos brindarán a los lectores aficionados en esta u otra forma. (No hay tebeos para los monstruos malvados...) La posibilidad de tocar con las manos una historieta que se va perdiendo de segundo en segundo es cada vez más improbable. El catálogo de dioses y la constelación de obras magistrales se difumina ante la imposibilidad de contrastar y hacer balance entre varias tradiciones y épocas. Y, por tanto, jamás llegará a realizarse si las pocas iniciativas existentes de este tipo de rescates no reciben la adhesión de una parte lo suficientemente apreciable de los estigmatizados consumidores de historietas que todavía se muevan desde el puro hábito y la fruición lectora más inquebrantables. (¡Todos monstruos!) Justo aquellos que apenas sí podrán seguir encontrando una justificación para su pervivencia como público en la medida en que sean capaces o no de recoger el pasado entre sus manos. 

"Comprad lo que yo os diga... ¡malditos!"

 El terror sobrio: Viaje al infierno

 

Menos de un año después de la presentación del Proyecto Auraleón, y el estreno de la editorial andaluza Isla de Nabumbu en el enervante mercado español de la historieta, le llegó la hora al segundo de los tebeos recuperadores de la obra de Rafael Aura León (1936-1993): Viaje al infierno. Que también lo es de Carlos Echevarría Alonso (1932 (?)), guionista y escritor cuya trayectoria en el campo de la historieta aparece ligado al de diversas agencias editoriales y obras de sindicación. Autor de vago recuerdo incluso para quienes pudieran haber seguido de primera mano una obra como la suya, esencialmente popular, dispersa a lo largo de series y cabeceras tan dispares como Gringo, Delta 99, Drácula, Kung-fu, Hunter, Cimoc, Sargento Kirk, o Creepy, muy significativa de la escasa consideración que la mayor parte de los editores y muchos dibujantes otorgaban a la profesión de guionista incluso en plena época del "cataplum del cOmic". Relegando su labor a un segundo plano de manera no muy distinta a como solían operar las agencias editoriales ya desde los años sesenta y setenta al aglutinar mediante una labor fundamentalmente anónima la elaboración de series de encargo direccionadas a explotar la estela de algún éxito cinematográfico a partir de los géneros de horror y ciencia ficción, o subgéneros como el western, el espionaje y las artes marciales, bajo planteamientos típicamente aventureros y un carácter casi siempre episódico que resultaba en materiales fácilmente exportables a varios mercados a la vez por la simplicidad de sus propuestas argumentales. De hecho, seguramente al haber sido recogida parcialmente en forma de dos álbumes por Ediciones de la Torre, todavía a día de hoy para una mayoría de aficionados la obra mejor recordada de Carlos Echevarría no sería otra que una serie de este tipo titulada Géminis, que realizara junto a un titubeante y poco brioso Alfonso Font a pedido de Josep Toutain mediados los años setenta. Y quienes manejen alguno de esos esos dos tebeos, publicados dentro de la colección Papel vivo entre octubre de 1979 y abril de 1980, sabrán que ninguno de los textos informativos que el editor dispuso para el aprecio del lector estuvo dedicado al guionista. No era sorprendente.
La faz de este libro de historietas se corresponde con la del formato álbum mediante el que Isla de Nabumbu persigue repoblar nuestras tebeotecas de cuidadas y escogidas obras, ya van por tres los álbumes así lanzados por esta editorial, encuadernación en cartoné más guardas ilustradas y al tamaño (32 x 24) ejemplar o más representivo para este tipo de productos. Un tebeo de cincuenta seis páginas que conserva la rotulación y el diseño de rótulos de título que realizaran Eduard y Martí Ripoll para la edición original de esta historieta en la revista Creepy de Toutain editor hace treinta y seis años. Una obra además recogida en forma de libro sorprendentemente por primera vez en esta edición.
De un modo muy exacto, podemos aplicar a un tebeo como Viaje al infierno las mismas calificaciones que ya utilizamos al referir el peso del estudio introductorio de Caos y otras historias fantásticas. En este nuevo prólogo titulado "Viaje a la locura" volvemos a quedar al cargo del que todo lo hace y es Téorico (metasíquico) / Articulista (piroquinético) / Crítico (retrocognitivo) / Editor (rumboso (!?)) [4] Javier Alcázar, una lectura agradable, cautivadora y eficiente, mediante la que el lector aficionado va a situarse en la época de producción de la obra. Conociendo algunos de los elementos y actores que fueron fundamentales para la eclosión de un tipo de historieta determinada por factores tanto internos como externos al propio mercado español. Importantes también a la hora de establecer la verdadera dimensión de las relaciones entre editores, agentes, y creadores, según un sistema de producción que todavía coleaba cuando comenzó a serializarse Viaje el infierno dentro de la revista Creepy en mil novecientos ochenta y cuatro. Todas ellas breves y concisas notas que cobrarán importancia al leer la obra. Estimulando el apetito del lector aficionado también por la trayectoria de Auraleón y de Carlos Echevarría, un motivo tan valioso como cualquier otro para sentirse recompensado ante la lectura de una historieta quizás tan desconocida como sus propios creadores. Que además puede encontrarse lejos de la realidad cultural en la que viven y consumen muchos aficionados, así como de las rutinas narrativas actuales y el tipo de presentación y formatos de historietas más modernas. De tal manera que se hace incomprensible la estimación no solo escasa sino pretenciosa de arrinconar cualquier referencia a estas cinco páginas introductorias cuando a veces se reseña de un modo tan apático como poco convincente este tebeo editado por Isla de Nabumbu. Después de quedarse dormidos ante el teclado del computador, supongo, y caer en el error de creer que nadie leería una reseña en la que no se menciona a Zurriamán, el Capitán Mesopotamo, o Wonder Moñas... Y es así que si damos por cierta la existencia de un lector medio representado a partir de la florida estampa de un nerd, la jeta cubierta de grasa y pelos encarnados de un friki barrigudo, o la sombra de algún monstruo de rostro desfragmentado que vague solitario por parques y jardines acosando a menores, también deberíamos aventurarnos a fabular con seres igual de folclóricos y etéreos como algún orden de divulgadores (próximo al de los artrópodos) con la apariencia de haber nacido trinchados por la mitad, sin brazos ni piernas ni órganos sexuales, y con el cerebro al aire. Seres divinos que escurriéndose cuesta abajo como bolas de queso malolientes por un prado de vivaces gramíneas multicolores van gritando bobadas sobre la salvación del cOmic y sus desdichados creadores mientras escupen pedazos de lengua y se les desenredan los intestinos. Stan Lee los bendiga a todos ellos, y Jack Kirby los patee cuando acaben de despeñarse en el más allá.

Sarcófago novelesco

Pese a que la serialización de Viaje al infierno en Creepy  llegó tras la quiebra de Warren Publishing, provocando una obvia carestía de material estadounidense que en adelante Toutain seguiría tratando de suplir de muy diversas formas para no dejar de suministrar historietas de similar calidad o interés a las múltiples cabeceras que mantendría hasta el cierre de la editorial en 1992, la postergación de la serie encargada por Josep Toutain a Echevarría y Auraleón dentro del inventario general de obras de producción española más comunmente destacadas por críticos y público especializado pudo deberse tanto al abandono de algunos de los rasgos de estilo que habían labrado la fama del dibujante español como al descubrimiento y la novedad que pudieron suponer para muchos aficionados unos u otros de los autores y obras con los que compartió espacio dentro de la revista, en concreto, entre los números cincuenta y cinco al sesenta y dos con los que se inició y dio conclusión a la serie. Se trata así tal vez de las complejas expectativas que lleva a contraponer estilos y relatos historietísticos tan espléndidos como las desbordantes adaptaciones de Richard Corben sobre los cuentos de Poe y la recreación de los mitos lovecraftianos dibujada por Alberto Breccia con una serie mucho más sobria en su ejecución y planteamiento argumental. Y que ni siquiera buscaba cimentarse a partir de un protagonista carismático a la manera de la serie Torpedo 1936, realizada por Sánchez Abulí y Jordi Bernet, con quienes también concurría en las páginas de Creepy junto a nombres igual de ilustres como los de Enric Badía Romero, Bernie Wrightson, Alex Niño, Eleuteri Serpieri, Suso Peña, Carlos Trillo y Gustavo Trigo, o Joan Boix. Una afluencia de artistas de enorme nivel que también supondría un reto para los lectores aficionados que, con más o menos consciencia de ello, acabarían por encumbrar a unos u olvidar a otros.
Viaje al infierno cayó en ese último grupo de obras que han permanecido relegadas en la memoria de los lectores aficionados pese a contar con el indudable interés de la participación de Auraleón en una creación enteramente española. Una producción nacional como se diría hoy. Podríamos forzar los supuestos no del todo arbitrarios acerca de ese olvido y asegurar que hemos sido víctimas de una secreta y metódica confabulación por la que se nos privó del disfrute de una obra genial. Imperecedera. Deslumbrante. Y hasta definitiva para comprender la trayectoria de su dibujante. Pero todo sucede de una manera más simple, según mengua el mercado de la historieta y su público desaparece más rápidamente se van reduciendo las oportunidades de que un mayor número de obras y autores sean reconocidos y, a la vez, solicitados de nuevo por los lectores. Que en buena lógica nunca debieron de ser tantos como entre algunos editores y divulgadores se aseguraba durante el bautizado como "cataplum del cOmic", de la misma manera que tampoco supondrán hoy un número mucho mayor, o tal vez ni tan siquiera parecido, como a veces nos intentan hacer ver otros divulgadores y editores modernos. Mucho más interesados en asentar una lista de deseos y aspiraciones de lectura que en trasladar la necesidad de una verdadera revaluación personal sobre nuestros más sinceros apetitos y así lograr exacerbar la pasión por la historieta hacia todos los ámbitos.
El menosprecio y la recusación suelen hacer diana por medio de algún falso halago en quienes conciben el rescate de obras y autores españoles faltos de una justa y nueva evaluación crítica. Mediante mensajes que pueden llegar a resaltar las beldades de la edición de un tebeo solo para insistir en lo prosaico de su contenido. Por lo demás, estos veredictos virtuosos no interesan al verdadero aficionado —¡equilicúa, los cuatro gatos (que hacen gasto)!—, ya se disponga a disfrutar Viaje al infierno desde una postura totalmente favorable hacia sus autores o a partir de una mirada más escéptica de lo que amorosamente ilusionada. Alrededor de una y otra actitud puede girar la recepción de esta obra se posea o no una impresión más o menos genérica acerca de la trayectoria de Echevarría y Auraleón.

Página inicial de la obra.
Viaje al infierno se presenta a partir de la estructura episódica asumida por tantísimas de las obras de cierta longitud que se pudieron producir para revistas tanto españolas como foráneas durante los años ochenta, con seis partes autónomas a modo de capítulos, cada uno con título propio, y cinco de ellos compuestos por ocho páginas de extensión más un último de solo seis: Las moscas, El espejo, La visita, Hambre, Muerte anunciada, y La última pesadilla. Una fórmula que resultará inhabitual para muchos de los veleidosos lectores de hoy en día, ya se trate de consumidores de comic books, estadounesismos varios, manga, o historieta francobelga. Pero que como era costumbre acaba por entregar unas historietas interesantes por su fuerza y nivel de intensidad. Que bien se puede apreciar desde la primera de las páginas de esta obra mediante la que Carlos Echevarría y Auraleón nos presentan al protagonista y se asienta el que será su argumento, un recurrente tema de la ciencia ficción como es el de la soledad y el abandono de un individuo. Enseguida comienza también a perfilarse el carácter de una trama de la que intuimos que no nos encontraremos ante una historieta escorada sobre una proposición épica o folletinesca, pues la descripción de las aptitudes de su protagonista dista de ser la de un héroe: Slim es el único tripulante que todavía queda con vida en una nave averiada en mitad del espacio después de que sus dos compañeros se suicidaran ante las escasas perspectivas de que alguien se decidiese a rescatarlos. Irónicamente su cobardía a la hora de tomar una decisión tan drástica como la de sus compañeros lo ha convertido en el protagonista ideal de esta historia. Que intercalando presente y pasado le conducirá en una retrospectiva cada vez más humillante y dolorosa hacia la desesperación y la indiferencia, y, finalmente, hará desear a Slim que todo y todos desaparezcan. Logrando una trama opresiva de la que no puede descartarse que Carlos Echevarría no hubiese tenido en mente combinar una historieta de ciencia ficción de cierto cariz crítico, como el que solía dejarse ver de vez en cuando en la gran pantalla, con un desarrollo mucho más existencialista cercano a las tesis de obras como A puerta cerrada y Un hombre que duerme.

 

Ciertamente, no es solo que Echevarría provea un relato existencialista en el que realidad y delirio se diluyan en torno al pasado del protagonista y su desesperado presente. Incluso Auraleón en un registro tan distinto al que le era habitual arranca una tonalidad expresionista a los escenarios interiores de la nave espacial en un juego de luz y sombras que sigue las composiciones clásicas y acompaña esa narración sombría que va cercando a Slim página a página. Ambos autores logran que asumamos como hechos ciertos los recuerdos de Slim por los primeros capítulos, como los que relatan algún acontecimiento traumático de su infancia o la muerte de quien pudo ser su pareja en algún momento pasado, introduciendo a lo largo de los siguientes otras anécdotas más dramáticas y ejemplificadoras de la parálisis comparable a la de un animal enjaulado en que se halla el protagonista. Cuyo deterioro físico hace que dudemos de sus capacidades mentales como del propio juicio al que se somete en unas nuevas evocaciones del pasado que acabarán desembocando en apariciones fantasmales. Terroríficas. Completamente descentradas de la realidad al ejemplo de esa figura siniestra y silenciosa que en el capítulo titulado Muerte anunciada parece perseguir a Slim en sus paseos por la nave. De rostro tan parecido a los que José Ortiz solía bosquejar para algún personaje caracterizado por una longevidad extrema como el que Auraleón proyecta a partir de una exagerada decrepitud que nos incita a vislumbrar un tipo entre sobrenatural e irreal. De ese modo se introduce un nuevo objeto de inquietud para el lector que antecede al episodio final con el que se impulsa de forma definitiva la encarnadura marginal del protagonista y su fracaso e imposible reintegración dentro de un grupo social representado por la compañía propietaria de la nave en la que se encuentra recluido.
La capacidad de Auraleón para desarrollar una narración eficiente, incesante y triste, no se resiente por las limitaciones que pudiera suponer un montaje fuertemente condicionado a la extensión de cada capítulo y las elipsis que conllevan las reflexiones deambulatorias del protagonista y sus evocaciones del pasado. Si bien no se trate de un tipo de montaje tan expresivo como el de esas otras historietas totalmente contenidas en sí mismas que recopilaba el álbum Caos, con su inmenso repertorio de difuminados y aguadas, la apariencia mucho más ordinaria de la estructura de página y el montaje mismo de las viñetas se ajusta de forma funcional. Y resulta en un procedimiento útil para otorgar continuidad a la trama e ir graduando la intensidad de insania del protagonista, que asimismo apuntala una labor trabajada al extremo del dibujante a la hora de mostrar el abandono y deterioro físico progresivos de Slim.
Como se deduce de este infierno espacial, la decisión última, dramática y desesperada, de Slim podría aproximarse a la indiferencia en la que acaba por sumergirse el protagonista de la novela de George Perec. Mientras que todas esas pruebas a modo de cuestionamientos irracionales sobre el pasado a los que se ve sometido el personaje creado por Carlos Echevarría y Auraleón, que más de una vez se acompañan de la mirada de personas próximas a él a cuyo recuerdo no puede sustraerse, se asemejarían a la interpretación infernal acerca de la mirada del otro tesis de la famosa pieza teatral de Sartre, "L'enfer c'est les autres". Completando una historieta interesante incluso para aquel lector que aborde la lectura desde un cierto vacío referencial concerniente al contexto de producción y publicación en el que tuvieron que moverse sus autores; o al mero disfrute que puede obtenerse al contemplar una historieta en puro blanco y negro.  

Sin duda la labor del Equipo JA-AN, que podemos calificar de sobrenatural, perdurará en el tiempo.

Después de quedarnos dormidos y comprobar que hasta aquí ha llegado el Proyecto Auraleón, tal vez sea necesario decir que sin embargo todavía estaría por concretarse un milagro mucho mayor: la realización de un libro sobre el autor. Un lujo casi inmaterial. Pues no es que sean muchos los historietistas, dibujantes o guionistas, españoles que puedan presumir de haber alcanzado tal honor. Máxime uno que tras su deserción del ámbito historietístico, precisamente tras haber dibujado Viaje al infierno (y con su fallecimiento en 1993), habría permanecido semiolvidado varias décadas hasta la aparición de la editorial Isla de Nabumbu. Originando una de esas raras colecciones que merece la pena atesorar de cara al futuro ante la escasez e insignificancia de otros nuevos proyectos en torno al restablecimiento de la memoria del medio en España que se fundamenten en la edición de simples y sencillos tebeos. Golosos y codiciables tesoros como los que uno espera que pueda seguir publicando Isla de Nabumbu próximamente. Si el aficionado consiente, compra, consume y disfruta, todo ello a la vez.

  "¿¡Pero todavía no lo habéis comprado... ¡¡¡Malditooos!!!"

 

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[1] Y lo mal que nos sienta que un tebeo no sea traducido del inglés o del japonés.
[2] "¡Toma chapa!" Y chupemos de sabiduría grado omnibus

[3] Eu falei que isso ia dar merda!, por Cris Nicolotti:

 Eu falei
Que isso ia dar merda
Que isso ia dar merda
Que isso ia dar merda

Eu falei
Que isso ia dar merda
Que isso ia dar merda
E deu

Eu falei...
Eu falei...

Eu falei (eu falei)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
Que isso ia dar merda (eu falei)

Eu falei (eu falei)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
E deu

Agora vocês!

Eu falei (eu falei)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
Que isso ia dar merda (eu falei)

Eu falei
Que isso ia dar merda
Que isso ia dar merda
E deu

E agora com vocês: Ray Charles!

Eu falei
Que isso ia dar merda
Que isso ia dar merda
Shit forever!!
Que isso ia dar merda
Isso ia dar merda yeah

(eu falei)
(eu falei)
(que isso ia dar merda...)

Eu falei (eu falei)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
Que isso ia dar merda (eu falei)

Eu falei (eu falei)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
Que isso ia dar merda (que isso ia dar merda)
E deu

Deu
Deu...
Merda

[4] Nos hemos dejado algo, pero no sabemo el qué. Pulse Ctrl + Alt y Bloqueo Minúsculas para desplazar la pantalla hacia arriba si desea volver a ver al completo las ocupaciones de Javier Alcázar. (Para un listado más exhaustivo consulte la red social de cotilleo y empleo: es.PellizkIn.com.)


jueves, 12 de noviembre de 2020

El Faszine, una revista entre el autor y el lector


"¡El bien y el mal no paran!"
Padre Mundina.

Al degradarse la realidad, últimamente algunos editores se dan al atrevimiento de lanzar contra el escaparate de la historieta española uno de aquellos artilugios periódicos que se decían gastados y parecían haberse perdido muy al fondo de los bonitos bargueños de IKEA en que todo buen coleccionista archiva esos tebeos codiciadísmos que no pueden confiarse a las manos virósicas de niños, ancianos, u otros competidores del oficio del coleccionismo. Peligrosos son estos muebles de los secretos llenos de veneno y maldiciones que pueden caer sobre aquellos que osan rebuscar en sus cajoncillos sin el consentimiento del coleccionista. Seguramente toda la gente desfigurada y esos compradores a los que parece les falta algún dedo con los que uno se encuentra de tanto en tanto a la puerta de la librería especializada fueron más allá de lo que la amistad entre aficionados a la historieta puede tolerar. Pero esa crónica forma parte de una tradición mucho más amplia en la que no nos interesa profundizar por ahora, la verdad que ningún divulgador o periodista cultural se ha atrevido a contar al resto del mundo: las personas, hombres, mujeres y monstruos, que han adquirido el hábito del consumo de tebeos a una edad temprana envejecen mucho más prematuramente que los chimpances de los laboratorios Revlon. De ahí este reverdecer de las revistas de historietas como medio de posesión de un público lector cuya edad media de todos modos ya se va aproximando a la de los catadores de palulú o pastillas de regaliz. Cacamuc, Yamivoi, Amarraco, Cthurru, Sextorias, A chancleta de Schrödinger, Panceta manga, Darlín, Postres Mash... [1] Y ahora también Ominiky ediciones se ha decidido a dar un paso atrás desentendiéndose de las medidas de higiene y salud con que el espíritu de la novela gráfica bendijo a la historieta española contemporánea y a sus vasallos durante algo más de una década.
Pero veamos unas diapositivas cedidas por el Ministerio de Sanidad y el Ministerio de Cultura de España que de una vez por todas puedan desalentar el consumo de tebeos entre un público ocasional antes de entrar a valorar el último lanzamiento de Ominiky ediciones para ese otro público de desahuciados seguidores de Anticristos:

Mona de 36 años rescatada.
Otaku prepúber en rehabilitación.

 

 

 

 

 

 

 

Comparativa del mapa 3D de la red neuronal antes y después de caer en el consumo de tebeos.


Bajo el dominio y licencia de Satán, o sea, inspirados por daimones como Roca, Toutain, Berenguer, o Rafael Martínez, nos llega una nueva revista titulada: El Faszine.   

El Faszine solo es un evento más con el que retroalimentar el mercado del cómic al que tanto le cuesta abrirse al público en general. Al igual que la mayoría de editoriales tienen en su catálogo un continuo remake de clásicos que apelan a la nostalgia y que penalizan una y otra vez los bolsillos de los mismos formados lectores para hacer caja, nosotros también hurgaremos un poco más en esa herida. Aunque en El Faszine también te mostraremos el talento de autores desconocidos o casi, dándoles la voz que difícilmente podrían tener en los formatos actuales. También te ilustraremos enseñándote cosas que ocurren en la trastienda del día a día de los artesanos del TBO y que pocas veces puedes ver. En un mercado donde gran parte de los consumidores sois expertos del medio que disfrutáis (a pesar de ser bastante mal tratados), en estas páginas hablaremos de los entresijos de los profesionales del sector y de esta manera haremos de ti, como consumidor, un experto. Un perito del medio. Ya no queda nicho para otra cosa. Normalmente puedes leer o ver lo que hay después del trabajo hecho, el producto en sí o su promoción, pero poco sabemos de lo que ha ocurrido antes o de lo que se quedó a medias y jamás llegó a verse. Y ya para terminar, apelando a esa nostalgia, iremos atrás en el tiempo y veremos cosas de las que ya nadie se acuerda o que pasaron completamente desapercibidas en su día, lo que podríamos llamar curiosidades eso sí, intentaremos siempre documentarlas como toca y si no se puede certificar habrá que joderse. Aparte tenemos relatos, opinión... Si nos hemos explicado mal, pasa, lee y lo entenderás.

(Editorial del primer número de esta nueva revista.) 

La postura con que desde el editorial se encara un espectáculo de tan escasas expectativas como pueda suponer la producción de material original para el mercado español no difiere del que Ominiky ediciones viene proponiendo a través de su catálogo desde 2011. Ya sea en correspondencia a su línea de artbooks, ya sea bajo un cálculo estrictamente tebeístico, la apuesta por nuevos valores y jóvenes dibujantes distingue a esta editorial balear. Y todo apunta a que la autoría del grueso de las historietas que se publicarán en El Faszine va a corresponder con ese tipo de objetivación acerca de las tensiones creativas que encuentra en los autores debutantes, o aquellos no del todo introducidos en el campo profesional, el nivel de espontaneidad que creadores más curtidos tras años de experiencia en el medio parecieran alcanzar solo mediante ejercicio y disciplina aun contando con una destreza y competencias técnicas a veces muy superiores. Si bien este no es el único motivo de interés para el aficionado, pues desde la redacción faszinera apuntan también a la hueste celestial de dibujantones españoles. Gracias a unas gruesas lentes y un potentísimo zoom capaz de enfocar historietas por largo tiempo olvidadas, obras tal vez primerizas de autores que hoy ejecutan sus poderes angélicos en esferas superiores de la profesión, tales como los EE. UU. o todas esas patrias francobelgas de imprecisa ubicación para un oregonés. ¡Y ya no digamos para un masachusetano!

Juventud, desdorado tesoro,
¡ya me pinchas para no volver!
Cuando quiero dibujar, no dibujo
y a veces dibujo sin querer

La fama y las riquezas mundanas cosechadas tras su participación en colecciones surgidas a raíz del éxito de la saga de Solo, como Historias caníbales y Crónicas salvajes, no parecen haber enrejado al dibujante madrileño Juan Álvarez en torno a esa soga de desconfianza hacia la historieta corta que parece conducir los designios del medio a nivel global. Con su palo y su zanahoria de doscientas páginas y el resto de constantes que aseguran la inclusión de un tebeo en cualquier currículo escolar sin incomodarse por los abscesos y llagas de las córneas de estudiantes y docentes. Muy al contrario, Juan Álvarez no falta a su papel de verdugo de inapetentes con su contribución a este número de El Faszine entregando una historieta de género negro que escapa a las polaridades absolutas. Una historia lacerante y cruel focalizada en uno de esos protagonistas liminales, inusual y ridículo paladín a una última bala de la realidad, que aparecen siempre al borde de un sacrificio insatisfactorio situando al resto de personajes entre la indiferencia y la destructividad. Todo se os aclararía si os decidieseis a leerla de una vez. Solo así uno puede saborear la fuerza y energía con que el historietista usa el color en favor de la narrativa, junto a las sombras, yendo más allá de la simple composición de un escenario. De un modo justo y nada artificioso acierta a encajar la figura del protagonista por cada una de las viñetas acompasando la relevancia del personaje a la narración en primera persona y a la continuidad de las escenas según se va desarrollando el conflicto y aumenta la tensión. El dibujo resulta tan bien estructurado como el que le recordamos de obras anteriores. Al igual que la composición de página y los ángulos y perspectivas con que consigue conjuntar una narrativa visual que facilite la lectura sin renunciar a otro tipo de complejidades y recursos interesantes como los que exhibió ilustrando el ábum Alphas junto a Oscar Martín. Recursos que quizás en una historieta breve de ocho páginas se muestran con una reciedumbre aun mayor, como combinar distintos ritmos comprimiendo o avivando las acciones; desde la terrible y agobiante situación inicial del protagonista a punto de suicidarse al giro impensado que provoca la aparición de los personajes secundarios y ese final sobrecogedor que acaba por desencantar la identidad heroica de un simple cobarde. Recursos como esos iconos "enfrascados" en sus globos de texto a modo de sencillos sensogramas. O la profusión de planos y viñetas detalle que detonan en un políptico abrumador saturado de onomatopeyas, que por esta vez no se centra en la acción desaforada como ocurría en la famosa secuencia del asalto de las sabandijas perteneciente al álbum Alphas, y remite a una situación mental.

Sección Cómic: Hoy no es el primer día del resto de tu vida.
 

Suburbian 52 es la otra historieta como de estreno (o casi) que nos entrega este número uno de la revista de Ominiky, en realidad, se trataría de una serie creación del dibujante Miguel Lara Rodríguez. A la que el editor ha decidido otorgar cierta relevancia haciendo que sea el propio autor quien nos la presente mediante una pequeña introducción:

[...] "Soy aficionado al grafiti y he realizado algunos por afición y otros por encargo. En los ratos libres aproveché para realizar esta historia que tienes en tus manos. Tratando de romper con las normas preestablecidas en el cómic y la animación, y en definitiva, con la manera de contar la historia. Como proyecto de animación comencé a elaborar los storyboards con el siguiente razonamiento: Es una historia surgida del subconsciente. Quería que fuera un guión como la vida misma, y nadie escribe el guión de tu vida antes de que la vivas, ¿no?... [...] Una visión del mundo más allá del mismo mundo. Pretendo hacer las cosas de manera original y diferente, y que la mano se note, desafiando a la pulcritud mecánica del photoshop.

Las veintitres páginas de que consta esta primera entrega de Suburbian 52 no desmienten ninguno de los aspectos que Miguel Lara reivindica en su presentación: un dibujo que puede provocar extrañeza tanto como reforzar la carga expresiva de un entorno que se desea delirante. Más una colorización sombría, que podría corresponder con el transfondo del relato, pero sin duda provoca un contraste indeseable con unas cartelas y globos de textos descuidados que acaban por dificultar la lectura y ni siquiera encajan en ese tipo de expresión anárquica y efusiva que pretende conferir el dibujante al resto de elementos dentro la composición general de las páginas de esta historieta. Cuya extensión todavía imprecisa desaconseja realizar cualquier apreciación demasiado tajante acerca de los que pudieran ser posibles méritos o probables defectos. El relato en sí parece inclinarse hacia a las aventuras insólitas y argumentos y personajes imprevisibles en torno a un mundo paralelo entre onírico y absurdo en el que ya se nos habría presentado a sus hipotéticos protagonistas. Un reducido grupo de personajes envueltos en una espesa ciudad entre los que parece comenzar a definirse a su protagonista principal, Trash. Veremos cómo se conduce la serie en próximas entregas y hasta dónde es capaz de llegar un historietista que por lo menos no economiza en la dinámica de sus personajes intentando alcanzar cierto virtuosismo, carácter y estilo ya desde su primera aparición.

Sección Rookie: Suburbian 52.


En blando busqué a la princesa
que roncaba mustia de esperar.
La silla es dura. Doliosa y pesa.
¡Ya no hay princesa que dibujar!

El sector más desgastado de los aficionados sin duda experimentará gracias a El Faszine una jubilosa reexperiencia de amamantamiento comiquero mientras escudriña aquellas otras secciones dedicadas a revisar las credenciales de autores entre veteranos y... ¿¡achacosos!? Bueno, dejémoslo en autores con una larga trayectoria a sus espaldas.
Muestra de ello es la primera interviú realizada para El Faszine, donde tiene su cita el Gran Maestre de la Orden de los Caballeros de Ominiky Oscar Martín. Sección ampliamente ilustrada, que ocupa cuatro páginas de las sesenta y cuatro de que consta esta publicación, con consideraciones interesantes acerca del mercado de la historieta, los eventos y el papel de los aficionados y las redes sociales, amén de sus inicios en el medio o sus preferencias en torno a uno u otro método de trabajo. Vale la pena echarle un vistazo:

—¿Crees que en España había mejores dibujantes a finales de los 70 y principios de los 80 o ahora?

—Yo creo que el nivel general era superior. Pero tampoco creo que lo que se pudiera hacer entonces pudiera funcionar ahora. Por lo tanto en mi opinión ahora se hace lo que reclama el público y aquel estilo tan técnico ahora se ve desfasado, a los jóvenes aun reconociendo la calidad de aquellos trabajos, no les atrae gráficamente, pero ojo, la industria todavía vive en gran parte de la generación que compraba aquellos cómics y seguía a aquellos autores. Que la "industria" en España siga funcionando se lo tenemos que agradecer a aquellos autores. Veremos si las nuevas generaciones de dibujantes y guionistas son capaces actualmente de aglutinar tal número de compradores que perdure en el tiempo.

Dentro del apartado "Recuerdos comiqueros", sección de enorme atractivo desde la que se nos brindará una ofrenda periódica ejemplo de la inocencia incontaminada de algún autor de prestigio, podemos encontrar una rara historieta realizada (con vistas a su publicación en la revista Rambla de Luis García) por Oscar Martín  en 1984. En un registro realista opuesto al que luego acabaría por consagrarle como uno de los dibujantes españoles mejor capacitados para ilustrar un horóscopo chino que, por ejemplo, se quisiera desternillante o de una bizarría violentamente animada. La historieta, titulada Pesadillas: "Evasión", se acompaña además de un texto escrito por el propio dibujante mediante el que se contextualiza esta breve obra de tres páginas de extensión. Un acompañamiento que también recibe otra historieta perteneciente a esta misma sección, y originalmente publicada por Pasqual Ferry en la revista de historietas H-Dios-O a mediados de los años ochenta (¡del siglo pasado!), si bien del breve texto que nos conduce a leer las dos páginas en blanco y negro que completan esta historia humorística se ocupa el también dibujante Tha Josep August Tharrats Pascual, autor presente en el catálogo de artbooks de Ominiky ediciones. Con estas dos matusalénicas historias se completaría el contenido estrictamente historietístico de El Faszine
Otras secciones textuales son igualmente diversas, entremezclando opinión, documentación histórica, y también creación. Del lado de esta última cae el cuento de horror obra de Álvaro Prieto, que ilustra Jesús C. Can, Mi cámara lo capturó todo. En "Fanart, ¿homenaje?", Morpheo (?) entrega un artículo divulgativo más que de opinión, pero útil a la hora de presentar una modalidad de ilustraciones que, gracias o por culpa de internet y las redes sociales, ya no se restringe como solía al entorno de los aficionados a la historieta o al dibujo. Una especie de microuniverso de límites y actores cada vez más imprecisos que este artículo ayuda a reconocer; aunque nunca sepamos quién pueda ser el tal Morpheo. Dentro de una archivología comiquera y testimonial puede encuadrarse la sección "Descartes", dedicada al dibujante Sergio Sandoval, en la que él mismo comenta tres páginas de una historieta de muestra realizada sobre las franquicias Alien y Predator para la editorial estadounidense Dark Horse, sobre el año 1998. Situándonos ante un ejemplo moderno de sufrimiento humano como el que alcanza a todos los dibujantes en uno u otro momento, esto es, el del rechazo metódico y puntilloso. 

 
  
Opinión: Fanart, ¿homenaje?

  

Descartes: Sergio Sandoval / Muestras para Dark Horse (1998).

Los seguidores de Anticristos préndidos del deseo de la carne de tebeo tienen en esta revista una oportunidad de sumarse a una nueva colección desde el número uno.¡La condena será eterna! Una revista que alcanza a algo más que publicar historietas gracias al añadido de otras pestes naturales relativas al medio, como son las entrevistas y artículos. Especialmente, esos documentos a modo de rescate que pueden animar la voluntad del atormentado coleccionista o sorprender a quien sin ser lector tan viejo decida entregar su alma y seis euros al librero. Y lo vale, por lo menos los seis euros. El Faszine posee las medidas apropiadas para su costodia y guarda en uno de nuestros bargueños de diseño sueco, a semejanza de un comicbooquerón o cuaderno grapado de los usuales, junto a una fina y discreta labor de diseño y diagramación que facilitan una lectura activa pero sosegada como la que no conseguiríamos leyendo Dolmen o Comicmanía. No hay más que fijarse en las portadas, incluso atreverse  a compararla con una revista de historietas de trayectoria algo mayor como Planeta manga a la que tanto le ha costado lograr que su título fuera identificable y que la labor de sus ilustradores luciera adecuadamente en las cubiertas. Será que el trabajo aquí realizado por Ominiky no es independiente del resto de sus líneas de edición: si sus tebeos se caracterizan por una edición gráfica cuidadosa a la vez que resultan ecónomicos, con sus artbooks han desmostrado una atención por los profesionales de la ilustración y el arte conceptual poco corriente. Y la versión de Tank Girl dibujada por David Benzal para la portada de este número uno de El Faszine, o las innumerables ilustraciones de otros autores con que se acompaña, dan ejemplo de ello. 
Satanail, Sammael, Semyaza o Ismael, ya le han pasado por la cara un ejemplar a los condenados que tienen a su cargo. Estando en el negocio del sufrimiento del coleccionismo saben también algo más, un aviso importante que sirve tanto para el futuro como para el pasado y han reservado para nuestra gacetilla:

Como en la historia de algunas otras publicaciones periódicas, el nombre de El Faszine fue utilizado por sus editores con anterioridad a nuestro período apocalíptico para presentar un lanzamiento especial. Un tebeo de difusión restringida a unas pocas librerías que también pudo haberse adquirido en el Mercado del dibujo y la ilustración del festival Mazoka de Vitoria durante diciembre de 2019. El mismo pareció consistir en algún tipo de cuaderno dedicado a la serie Suburbian 52, cuya portada habría exhibido por vez primera el nombre de la revista junto a la indicación de su particular numeración. Aunque de todos modos no habría contenido material alguno que no podamos disfrutar ahora en este número que recientemente se ha distribuido a nivel nacional de la mano de SD Distribuciones; cuya salida seguramente en un inicio debió de haberse programado para febrero o marzo de 2020, quedando forzosamente postergada al igual que el lanzamiento de otras tantas novedades editoriales próximas a la promulgación del estado de alarma y la crisis del coronavirus COVID-19. No importa, mayor que lo racional es la llamada del mal. Y los aficionados más viscerales no descansarán hasta hacerse con el que ellos seguramente pasarán a considerar un número de prueba, esto es, un verdadero trofeo dentro del mundo del coleccionismo. ¡El cero absoluto de la creación!

ATENCIÓN: el número dos de El Faszine contendrá una historieta completa de sesenta y cuatro páginas, la reedición de un antiguo éxito de Oscar Martín ahora a precio de chanquete.


"¡Puto dibujante de mierda! Grrr..."

 
[1] A nuestros amigos de los weblogs no les resultará imposible descubrir los auténticos títulos de todas estas revistas de historietas, aquí machaconamente alterados por una voluntad superior, como es costumbre entre nuestros reporteros pese a que las estadísticas internas de Blogger sugieran que solo dos de cada tres de nuestros usuarios llegan a apreciarlo en alguna que otra ocasión (y apenas sí habremos llegado a esa cifra máxima de tres lectores por semana durante algún apagón de Wordpress), nombres que de todos modos la dirección de esta gacetilla bloguera no va a dejar de facilitar a esos otros cientos de miles de millones de lectores ocasionales de graphic novella y graphic novelette, y a un público cultivado en general, que a diario nos consultan sus dudas colmándonos de regalos y alabanzas por nuestra actitud misionera y redentora en pos de una incondicional y fanática exaltación de la cosa o cOmic: Camacuc, Xabiroi, Amaníaco, Cthullu, Sextories, A viñeta de Schrödinger, Planeta manga, Lardín, Monster Mash, así se titulan y la culpa no es nuestra pese a todo.
 
P.D. Rubén Darío pasó por aquí.

martes, 3 de noviembre de 2020

Cuadro de un pobre huérfano a las puertas de la tebeolatría

A continuación ofreceremos a nuestros telespectadores el drama cotidiano de un aficionado español que comprueba el verdadero peso de un tebeo y el coste real de un envío postal argentino oculto a la mirada de su pareja tras las cortinas del comedor. 

Este relato podría herir la sensibilidad del consumidor español de comic books en su formato antinatural absoluto e integral lujurioso y no ser apto para menores de edad o adictos olímpicos a la bande dessiné desconocedores del magisterio impartido por François Froideval en materia fantástica. (Todas las omisiones y errores de bulto que pudieran encontrarse en este programa son el resultado de una lobotomía profunda: la Iglesia de los Rugidores de la Santa Motosierra parlante admite rogativas, y cualquier tipo de donativo, para la salvación de las almas que acompañarán esta cosa.)

Un elemento común, entre muchos consumidores de historieta, es el de adjudicar la condición de excentricidad a la obra de cualquier autor apenas conocido tras una fortuita y eventual zambullida en mitad de su tebeografía. Un descubrimiento tan feliz como aventurado suele inducir este tipo de caracterizaciones que poco bien hacen por el conocimiento y la divulgación dentro del propio medio. La proyección de ese autor o el alcance mismo de su obra. De algún modo, muy lejos de aparecer como esa invitación a continuar sumergidos en la recompensa constante de una sofisticación absoluta y hallazgos cada vez más portentosos, no logrará nada distinto de volver aún más impenetrables a esos autores y a sus obras. Mediatizándolos quizás por la dificultad de acceso y lo desconocido de su labor en el campo de la historieta. Y bastante grave resulta ya observar como de año en año se multiplican ciertas miradas apáticas cuando se cuestiona la postergación de algunos dibujantes españoles que deberíamos ser capaces de reconocer aunque solo fuera a partir de alguna sucinta nota biotebeográfica, con la que probablemente pudimos darnos de bruces mientras leíamos esas revistas mil veces recordadas; si bien ahora muy rara vez salgan a tomar el aire fuera de las cajas, bolsas o altillos, en los que permanecerán hasta que alguno de nuestros familiares consiga hacerlas desaparecer de una u otra forma. Puede que se tratase de una columna dedicada a Pedro Alferez. O a Julio Ribera. A Florenci Clavé, Antonio Parras, Adolfo Usero... todos artistas olvidados en mayor o menor medida. Por no decir desconocidos en su verdadera dimensión como profesionales de la historieta.
Precisamente una omisión parecida, y también de connotaciones catastróficas para los aficionados españoles, implicaría la obra incomparablemente extensa de no pocos creadores extranjeros de los que ni un solo título podríamos encontrar dentro de los catálogos de nuestros editores. Naturalmente, cargas tan grandes como la relevancia de un autor y un interés real por ver publicada su obra en nuestro país no pueden obviar la relación vasallática y clientelar de los editores españoles hacia sus señores japoneses, estadounidenses y franco-belgas. Mercados todos que orientan el gusto por un determinado modo de hacer y consumir historieta en el resto del mundo. Labrando tierra ajena, por así decir, y limitando de modo miserable la capacidad de elección de un público lector cada vez más sumiso a la labor misionera y paternalista de unos editores apenas responsables de la simple traducción de unos tebeos a los que además muy raramente serán capaces de añadir algún nuevo valor de edición aun cuando se trate de realzar su posible autoría española. Fulanito dibujando Superman. O menganito creando en Francia. Como donatarios de un gran señor, para el caso es igual si francés, belga, japonés, o estadounidense, uno ni puede imaginar de lo poco que serían capaces esta estirpe de editores si por una casualidad acabasen publicando una historieta brasileña o argentina creación de un autor que concurriera por primera vez en nuestro mercado. El fundamento de esa política de sometimiento a un mercado global lo encontramos en Marcelo D'Salete, cuya obra Angola janga se presentó a los lectores españoles en 2019 fruto seguramente del premio Eisner que en 2018 recibió por Cumbe (o Fugim!, para su sorprendente edición en catalán). En estas condiciones, nuestra propia tradición y una situación de inferioridad interiorizada explicaría el ostracismo que los editores españoles reservan a aquellos autores extranjeros que sin embargo mejor podrían revitalizar sus catálogos mediante propuestas que no acaban de imitar, o que, al menos, no lo hacen con una total fidelidad, los distintos modelos y los formatos de historieta establecidos mucho más congruentemente dentro de industrias que ejercen su dominio poniendo a disposición de otros mercados una producción segura, mejor dirigida y presta a asentarse de una manera rápida a la vez que duradera por el gran volumen de producción que son capaces de disponer para su licenciamiento o contratación. Un panorama casi tan desafiante como para disculpar que se nos acabe acusando de simonía por reclamar ediciones españolas de tal o cual artista milagroso al que nadie parece echar en falta. Todo es espiritual cuando se trata de editoriales españolas. Así pues, tampoco se acordarán de nosotros cuando dejemos de prestar atención a la procesión de nuestros santos editores y todo su cristo. Si es que nos atrevemos a abandonar de una vez a esos editores, críticos y comentaristas, al frío de su sagrarios y sus celebraciones, desconfiando de quienes irreflexivamente nos han estado vendiendo lo portentoso y diversificado del mercado español de la historieta desde los tiempos de Toutain a hoy mismo. De lograrlo nos abriríamos a mejores esperanzas de lectura. (O como mínimo acabaríamos cumpliendo esos deseos muchas veces postergados tras años y años de espera.)  


Seguro que es posible encontrar lectores (ya aficionados ya profesionales) que incluso a esta hora siguen siendo capaces de creer que Josep Toutain descubrió a Juan Giménez. Como también a esos otros que creen que cierta historieta de Trillo y Mandrafina se habría publicado por primera vez en nuestra lengua gracias a la perspicacia de un editor español. Y a los que en su arrogancia la historieta les debe de parecer una especie de lengua materna.
La superación de esos primitivos obstáculos en los que caen los lectores aficionados de invernadero pasa por aplicar una violencia minuciosa y crítica que constantemente nos lleve a visitar aquellos otros jardínes en los que nadie fuera a pensar jamás abandonar un trozo de carne al sol. En que en principio ni siquiera haya un plato vacío, solo malas hierbas y unos hilos de papel que apuntan a la línea de algún frente desde donde se alcanzaría a ver todo lo que la radiación afectiva de las modas y las aspiraciones sociales de consumo nos niegan, incluso en las más grandes y abigarradas librerías especializadas del país. Seguramente un batallón de historietas y tebeos abiertos de a dos como filetes de mariposa esperando la ávida mirada de un lector casi improvisado. De tenedor y puñal finos. Ya que todavía está por nacer ese tipo de autor capaz de preveer de forma infalible quienes constituirán un día su público. Lo cual es a la vez terrible y maravilloso y no deja espacio a una felicidad pasable, vulgar o gris, que se baste solo con lo "posible". Pues el mismo carácter singularísimo de un autor pasaría a ser entonces una fuerza más a proclamar como reflejo incompleto de los otros muchos que se echan en falta. Enseguida nos recordará a otros, y sus historietas se irán sumando en un listado de ausencias quizás interminable. Así sucederá que ya no podremos volver a reclamar únicamente la presencia continuada de muchas de las obras de Víctor de la Fuente, Flavio Colin, o Enrique Alcatena, en nuestras tebeotecas y librerías. A estos se acabarán por sumar nombres como los de Jesús Redondo, Jefferson Costa y Lucho Olivera. También muchos más autores y obras que tal vez tuvieran existencias separadas pese a mantener estrechas y más o menos olvidadas relaciones. En cuanto a esta influencia entre distintos artistas es obvio que se acaban por generar multitud de historietas de gran originalidad mediante las que ni siquiera se habría intentado una aproximación al modo de representación o el contenido de ninguna otra obra anterior, pero a través de las que sí sería factible establecer alguna clase de asociación desde una perspectiva cuando menos puramente afectiva. Como parece ocurrió con la serie que da título a este grueso tebeo argentino, Metallum Terra, acerca de cuya inspiración podemos leer lo siguiente: 

"Fue una propuesta que nos hizo Javier Doeyo para participar con una historieta en su flamante Revista Cóctel. Metallum  Terra es fundamentalmente una fábula: en vez de animales son seres metálicos los que representan el drama y la comedia humana. Ya desde niño me gustaba el tópico de los robots, los androides, las criaturas artificiales. Una de mis historietas favoritas había sido Metal Men de DC en los años 60. Me gustaba mucho el concepto de seres metálicos con sentimientos, con personalidades muy delineadas." (Tomado del prólogo de Diego Arandojo.)

Con todo, esta participación no nos traslada a la tradición superheroica, sino a un territorio de rango fantástico que desde la óptica del lector actual solo participaría de un género como el de la ciencia ficción de manera accesoria. Un modelo, si se puede tener por tal a lo que probablemente no sea otra cosa que la aplicación de una delicada y fina imaginación para representar orígenes y mundos maravillosos, que ha cimentado la reputación de Eduardo Mazzitelli y Enrique Alcatena desde su primera colaboración en 1989 hasta hoy. Mediante una producción que por sí sola habría resultado ideal para entretener por décadas a erúditos tan peleados y distintos como Vladimir Propp y Claude Lévi-Strauss sin que ninguno de estos dos insignes contendientes lograra acabar de elaborar una deducción del todo categórica sobre el desarrollo de la ambigüedad retórica de clichés inherentes a las narraciones fantásticas como las pergeñadas por esta dupla argentina de maestros de la historieta; un tropel de historias tan formidable que hasta la peor caricatura que pudiéramos hacernos de Todorov caería en un sueño lúcido de mil años antes de llegar a examinarlas una por una. Aunque sin duda podremos imaginar a cualquier otro ujier de los que hoy todavía custodían las puertas de la imaginación con menor severidad y disciplina que aquellos sabios disponiéndose a disfrutar series como Acero líquido, Shankar, Travesía por el laberinto, o Barlovento, sin coartadas ni alegatos demasiado trascendentes.
Metallum Terra es una serie compuesta por varias historias conclusivas de apenas ocho páginas de extensión que fueron producidas expresamente para la revista de historietas argentina Cóctel en 1991: originalmente se trató de cuatro historietas, publicadas en los números uno, tres, seis y siete, a las que acabó por sumarse una quinta (de paginación algo más amplia) a modo de colofón de ese mundo entre fantástico y maravilloso poblado por metales animados al que dieron forma Mazzitelli y Alcatena tras su recopilación en formato álbum. Constituido en un hito dentro de su tebeografía con los años. Por más que aquel tebeo de 1993 llegase ya en una situación de crisis para las publicaciones periódicas argentinas, y, en consecuencia, de cortocircuito en la recepción de las obras que iban a producir muchos de los mejores guionistas y dibujantes desde Argentina para los editores italianos; una falta que los lectores sufrirían impasibles, marcando una nueva brecha generacional que solo muy recientemente ha comenzado a restituirse gracias a la generosidad de los propios autores y a la labor conjunta de algunos pocos libreros y pequeños editores. Tal vez de similar forma a como las distintas editoriales de aquel país lograron mantener algún tipo de presencia continuada según lo requería el circuito de comercialización de los quioscos por aquella época de los años noventa todavía tan insuficientemente comentada. Mediante métodos tan arteros como la creación de unas deslavazadas pero insólitas colecciones armadas casi siempre a partir de un modelo de álbum de muy escasa prestancia. Apenas lo suficientemente consistente como  para soportar la sustitución de sus cubiertas por una o dos veces de tal forma que el editor consiguiera justificar la salida comercial de un mismo libro camuflado bajo la apariencia de reedición ante los distribuidores. Una bella historia más de las tantas que circulan por el mundo al hablar de tebeos e historietas. Pero precisamente son este tipo de penurias en las que mejor nos reconocemos españoles y argentinos más que por compartir una lengua o sufrir de una misma fiebre deportiva. Además, y por tratarse de una publicación de Doedytores, solo tuvimos que esperar un par de años o menos para que comenzaran a aflorar remesas de ejemplares de aquella primera recopilación de Metallum Terra en algunas selectas "comiquerías" españolas a través del mercado del saldo. Para satisfacción de todo tipo de entusiastas y afortunados lectores. Incluso entonces prestos a reconocer la firma y hasta la peculiar impronta de Quique Alcatena, gracias sobre todo a la implantación narcótica de personajes como Batman o Conan y sus inagotables traducciones españolas, aunque en nada preparados para valorar el trabajo de Eduardo Mazzitelli. Guionista de aquellas historietas de desusada fantasía, y siempre asombrosas, al que una mayoría de aficionados españoles solo habrán tenido ocasión de leer en un par de cabeceras que, por su breve existencia y lo distante de sus temáticas y géneros, seguramente ni serían capaces de encontrar ahora mismo a través de las librerías del arrope comiquero o internet. 

Aquel álbum y su doble vida


Cualquier otra imagen sobre los gustos del público español y nuestro limitado conocimiento de la historieta argentina constituyen una simpleza seguramente interesada. Que permitiría seguir soslayando a editores y divulgadores el carácter feudatario [1] de nuestra industria de la historieta. Contribuyendo por añadidura a prolongar el descrédito que el género fantástico todavía arrastra en nuestro país desde los tiempos en que las rebuscas miopes de Toutain y las martingalas editoriales de Rafael Martínez en favor de sus representados dieron en crear el clima idóneo para el cultivo de las más injustificadas omisiones y abusos sobre la conciencia del público lector. Con el que además poder magnificar la falsa idea de una condición superior tanto del aficionado español respecto al público de otros países como de la inteligencia de aquellos dos colosos editoriales. Y de otros muy posteriores a los que también acompañan una nueva corte de divulgadores predispuestos a desechar toda historieta o autor argentino cuya obra no goce del favor absoluto del mercado franco-belga. Sin duda un gran logro para la industria de la bande dessinée. Que una vez más encadena y amansa al público lector español imponiéndole los antojos y los caprichos de sus editores. Hasta el punto de fomentar una historia adulterada de la historieta argentina mediante la inclusión de textos introductorios traducidos con desgana y a veces preñados de errores que ya muy pocos aficionados sabríamos descubrir en su traducción para las ediciones españolas. Por no hablar de otras situaciones más surrealistas, y hasta degradantes para la composición del mercado español, tales como que cualquier aficionado brasileño consiga estar a la última con la obra del historietista Salvador Sanz de un modo que jamás alcanzaría a soñar un aficionado madrileño o de Albacete. Y que leer El Eternauta dibujado por Alberto Breccia en una moderna edición ya sea posible en portugués y todavía no en un hermoso tebeo editado en España. "¡Pero si también están publicando gibis de personajes de Rubén Meriggi que aquí ni conocemos!"

(Sigamos fingiendo que todo va como la seda en el reino de nada de nada.)

La historieta ambulante

En este viaje inexcusable que el aficionado español debe emprender para independizarse de las necesidades que editores y comentaristas mercenarios implantan de continuo en forma de aspiraciones (o sueños de consumo) a través de premios inanes, falsos reportajes e informaciones predigeridas, no puede dejar de aprovecharse el ánimo compilador con que muchas editoriales y librerías argentinas han logrado superar el freno que venía suponiendo para el desarrollo de su propia producción el asalto de todos esos desechos en forma de saldo con que hasta hace muy poco algunos editores españoles obstruían el circuito comercial de la historieta de un país que llegó a ser señalado en los mapas como Terra Argentea. Un lance propio de bribones nunca suficientemente contestado por los autores y aficionados españoles, por cierto. Aunque incluso desde España sería de una simpleza y una benignidad extremas presentar como un movimiento sin precedentes la alianza entre editoriales y librerías a la hora de colaborar en la edición de tebeos. Pues se trata de un fenómeno ni siquiera único de Argentina, como tampoco sería exclusivo de países con una deficiente industria historietística, y del que además nos habríamos estado aprovechando los coleccionistas españoles desde hace muchísimo tiempo; El Eternauta. El mundo arrepentido, Hoover, Parque Chas, son solo algunos de los muchos títulos que compartirían un origen editorial semejante y que han acabado por hacerse un hueco en las estanterías de las tebeotecas de más de un coleccionista. Si bien es ahora cuando esta forma de coedición, o financiación, pues a veces resulta difícil distinguir un modelo de otro al no aclararse las tareas que ocuparían a cada uno de los implicados en tales economías, ha llegado a formalizarse como un sistema más asequible y rentable de lo que pudo ser en el pasado. Puede pensarse que sea debido a un abaratamiento de los costes de edición y al abandono del clásico formato álbum en favor de un tipo de libro de mayor paginación, y unas dimensiones algo menores, como los que los editores argentinos suelen lanzar mayoritariamente en la actualidad. Pero quizás tenga la misma o más importancia el control que sobre la tirada de una de sus obras puede ejercer hoy cualquier autor y la información que estas pequeñas editoriales garantizan en cuanto a los procesos de reedición y redistribución tanto dentro como fuera del territorio argentino. Una confianza que se traslada de los editores a un público ávido por adquirir cada vez más títulos de unos autores a veces ocultos y casi desconocidos tras años de ostracismo en su propio país. Guionistas y dibujantes que ante la falta de un rendimiento económico objetivo se sentirían compensados al ver traducidas unas obras difícilmente divulgadas en su totalidad fuera de los países en los que se gestaron, como puede ser el caso de las historietas de origen italiano que completan el recopilatorio Metallum Terra.
Ahora, ¿necesitarían algún tipo de presentación los autores de este tebeo?  Puede que la imaginación de las sirenas no nos haya preparado para caer en un charco de tal profundidad.

Como español de bien, ni siquiera puedo estar seguro de que estos sean Mazzitelli & Alcatena.

El caso de Enrique Alcatena es el de un ilustrador e historietista fascinante, regalado, enorme, capaz de alentar la creación de una línea propia dentro del sello Utopía, convenientemente titulada Colección Alcatena, de manera que se hace difícil o casi imposible recordar alguna editorial argentina que no disponga en su catálogo de al menos una de sus obras en estos momentos. Lógicamente, se trataría de un autor objeto de rescate para muchos de esos editores que, a juzgar por las fechas de lanzamiento y el número de reediciones de algunos títulos, han sabido ver en sus obras una rentabilidad casi inmediata; probablemente, con Acero líquido a la cabeza de todas ellas. Siempre recordado como uno de los puntales de los sucesivos intentos de renovación de autores y contenidos que llevaron a cabo Record y Columba en sus revistas durante los años ochenta y principios de los noventa, y tras su paso por los mercados inglés, estadounidense e italiano, de forma preponderante en este último país gracias a una original e ingente producción que aún permanece inédita en España (no sé si lo dije antes...), Alcatena también ha redoblado sus esfuerzos de antaño por elevar la difusión de la historieta argentina prestándose a colaborar en  nuevas antologías y proyectos colectivos de muy distinto cariz y objetivos a veces ni siquiera comerciales. Puede que gracias a ello, y como si del cuento de La Bella y la Bestia se tratase, recorriendo las huellas de tanta gratitud la rubrica de Alcatena haya sido capaz de sumar nuevos devotos a ese otro público de siempre al que a veces algunos tratarían de olvidar en sus recuentos. Lectores que todavía no han necesitado distanciarse del fabuloso espíritu de buhonería con que se vendían y promocionaban tebeos e historietas en un tiempo en el que el mérito de un autor no se medía únicamente por los temas que abordaba o su fidelidad a una estructura artística inescrutable o socialmente autojustificada. De este modo la razón del lápiz convertida en talismán, sin ritos ni iglesias ni sacramentos, también está siendo reconocida en países como Uruguay y Chile en los que cada vez se hace más habitual encontrar ediciones de algunas de sus series y personajes. —Y todavía habría que sumar a esos territorios el reciente interés de algunos editores franceses por la obra de este dibujante, único motivo de esperanza para los aficionados españoles a día de hoy. 
Eduardo Mazzitelli queda del otro lado del plato como uno de los mitos más callados dentro del ámbito historietístico. Ya que por su condición de guionista se nos aparece a la manera de un demonio expulsado del cielo, o un ser transparente capaz de transformarse en aire, del que tras trescientos años de proyectar tentaciones mano a mano con artistas como Gerardo Canelo, Lucho Olivera, Arturo del Castillo, Carlos Gómez, Enrique Breccia, Lito Fernández, Alberto Saichann, Rubén Meriggi, y a saber cuántos más dibujantes sensacionales, hasta hace unos años solo habríamos tenido una mínima idea acerca de su labor inagotable junto a Quique Alcatena. Habiendo desaprovechado la oportunidad de conocer la mejor expresión de muchos de los atributos genéricos que a la historieta breve se le suponen. Y de algunos de los tratamientos sobre la imagen del héroe más singulares por lo divergentes respecto de los personajes promovidos por editores e historietistas españoles bajo el marchamo del antihéroe durante los años ochenta y aquel feo abandono de la potestad y dominio de la fe infantil ya por entonces casi exclusivamente característico de la historieta superheroica que comenzaba a arraigar comercialmente de un modo nada gradual ni reflexivo también en España. Cuyo enfoque y planteamientos argumentales tal vez incluso se pueda sospechar que todavía se equipararían como marcas indelebles a los usos y preferencias de muchísimos jóvenes guionistas y dibujantes de nuestro país. De ahí la urgencia de hurgar a cucharadas en la obra de un guionista con unos códigos tan personales como Mazzitelli.

Minas de fantasía y tinta

"En este libro somos testigos directos de narraciones intensas; contemplamos a personajes que narran sus sueños y locuras. Experimentamos el amor, el odio, la soberbia, la compasión. Nos deleitamos con una travesía hacia lo más recóndito del espacio, y también del alma." (Diego Arandojo.)

Empecemos diciendo que este tebeo, lanzado en 2015 a iniciativa de la editorial Napoleones Sin Batallas y la librería Entelequía, cuenta con un prólogo de Diego Arandojo. Al que algunos aficionados reconocerán por el lanzamiento a cargo de Marmotilla ediciones y Back to the culture de su libro José Luis García López. Una vida entre superhéroes, y algunas de las series infantiles publicadas (incluso en lengua gallega) por distintos editores en España. Pero a quien también debemos la realización de varios documentales sobre el medio, incluido uno dedicado a Enrique Alcatena que actualmente todavía se encontraría disponible en línea en el canal de YouTube de este realizador. Debe valorarse convenientemente la figura del prologuista, Diego Arandojo, por sus conocimientos acerca de los temas y autores a tratar y la actitud sintética y capacidad de juicio y buena exposición de aquellos datos que se consideran esenciales y debieran ser expuestos ante un aficionado no necesariamente al tanto de las vicisitudes de la obra y el destino de sus autores, ya que la inclusión de algún tipo de texto introductorio no es algo tan frecuente como uno esperaría entre los editores argentinos que hoy se entregan a la recuperación de autores consagrados. Tres páginas son suficientes. Nada que acabe por encarececer la edición del libro. Y tres páginas como sangre y carne y hueso son las que acompañarán este tebeo cada vez que alguien vuelva a leerlo. Así que podemos afirmar que por una vez no fue la suerte que guio la mano del editor.
Por si fuera poco, también se dispuso un DVD (en edición limitada) dedicado a Metallum Terra con ocasión del lanzamiento del tebeo. Un objeto tan inalcanzable que ni braceando de nube en nube podría soñar con conseguir ningún aficionado español. [2]
Como suele suceder cada vez que se aborda la lectura de cualquier historieta que realice el tándem Mazzitelli & Alcatena, a uno le parece imposible distinguir entre quien talla, pica y cava en cada elemento que surge de sus viñetas. Cuentan que en un inicio Quique Alcatena echa a rodar el canto hasta los pies del guionista, y, ahí, Eduardo Mazzitelli comienza a pulir la piedra y dar forma a una historia que el dibujante entrevió escondida entre la dureza y la fuerza de un simple guijarro. Con el que el dibujante habría tropezado por casualidad, o hace muchísimo tiempo, aunque casi siempre de forma enigmática y bajo el consejo de una infancia antigua y secreta; así se ejempilifica con su respuesta a la creación de Metallum Terra y el recuerdo de aquellos extraños superhéroes de su niñez. Un procedimiento audaz y de difícil explicación. Por lo demás, de su cargo de creadores se van a deslizar unas aventuras más sutiles por el sacramental y nada mundano heroísmo de sus protagonistas. Diferentes de las ligadas a algún componente estrictamente heroico como los que todavía centraban la acción en muchas de las historietas dibujadas por Alcatena con anterioridad a la primera de sus infinitas colaboraciones con Eduardo Mazzitelli, en concreto, la serie titulada Pesadillas. Una obra todavía insuficientemente articulada en cuanto a desarrollo argumental y personalidad gráfica, pero ya tan distinta de las historias realizadas por Alcatena junto a Ricardo Barreiro poco antes, como La fortaleza móvil y El mundo subterráneo, o incluso El mago, sin duda menos determinantes en la trayectoria de este historietista e ilustrador pese a gozar de mayor fama entre el público español precisamente por haber facilitado su entrada en el mercado estadounidense del comic book. En cualquier caso, con las cinco historias que componen la serie Metallum Terra se consolidó el arsenal de motivos y representaciones simbólicas tan reconocibles en este autor. Y el crisol que después condensa las historias que guionista y dibujante se encargan de sellar con llamas fabulosas y cristales de zulaque a base de un molido muy exacto de mitología, folclore, literatura y arte, identificables con esferas culturales y períodos históricos como los mostrados en Travesía por el laberinto, Shankar, Imperator, Rakhassas, Kinnara, y tantas otras series por suerte desconocidas de los inquisidores españoles. También a veces humedeciendo gota a gota hasta restar dureza a delirantes escenarios por otros nuevos mundos fantásticos no menos extraños y llenos de posibilidades propias distintas a las que circundan paisajes y épocas de la historia humana como los de las obras antes mencionadas. Universos que crecerían casi de la nada y de una imaginación más retumbante, tal vez hasta pomposa por su renuncia a aspectos más concretos como los que serían susceptibles de quedar arrollados por el tiempo o las modas, a los que Mazzitelli y Alcatena suelen dejar al fuego en pisos inferiores. Dentro de un horno desde el que sus historias adquirirían una perspectiva más amplia, capaz de corporeizar las pasiones humanas en metales o dar consistencia a un universo ferroviario demoníaco que recibiría la estimación de los lectores de Stefan Grabinski más punkis y perturbados.
Es ese segundo tipo de alquimia historietística en el que se encuadrarían la totalidad de historias reunidas en este recopilatorio. Tanto la serie principal que le da título como las diecisiete historietas presentadas bajo el epígrafe "Otros mundos imposibles". Sin que se desprenda de ello un plano preciso de los subgéneros que se les pueda atribuir ni de las funciones que prevalecen en sus protagonistas, todos muy dispares entre sí, aunque estas historias puedan encontrarse ligadas por unidades temáticas como los fenómenos meteorológicos o naturales. E incluso por patrones y dicotomías como son las máscaras y los arquetipos, que han venido sirviendo historietas de género palpadas y cacheadas por aficionados y autores en toda época y lugar, sobre los que se imponen la dramatización de lo sombrío y lo misterioso antes que el mero suspense o el desarrollo de cualquier acción sumaria. Pues en manos de Alcatena y Mazzitelli incluso una fantasía aparentemente tan delimitida por la caracterización de unos personajes como los protagonistas de la serie Tenebra, estereotipos de los envoltorios del horror gótico, abarca algo más que el desarrollo de un final intenso como se esperaría de cualquier historieta de horror al uso.


Queda bien patente que las orientaciones de los autores se abren a lo extraño ya desde la primera sección del libro mediante esta portadilla. Cuya ilustración de tan inaudita pudiera ser definida como el principio de una especie de cratofanía papirofléxica de las que impulsan a un dibujante a derrochar tinta y mostrar cualquier tipo posible de textura. Y que dentro de la obra de Alcatena sirven de entrada a un mundo perceptivo donde lo inmoderado distinga a todas sus criaturas. Garantes de intranquilidad y asombro por igual. Dando así forma a un universo que se desease parejo al de las ilustraciones de algún chapbook hasta ahora impensable. Un punto de partida, una elección o una búsqueda, destinado a dar vida a una causa aún más insólita incluso que los robots o los autómatas medievales como sería el de las gestas y soledades de unos caballeros metálicos. Donde los dragones pasarían a ser bestiales locomotoras de vapor y el óxido de las armaduras rivalizaría con los ropajes azafranados de sus princesas de bronce.
Como para no imaginar que los personajes de esta serie fuesen meras meditaciones o ensoñaciones, el veneno caliente de la palabra acaba por dar solidez a las imágenes dualistas con que se manejan los autores en este universo de luchas y batallas nada gloriosas. Donde todo es material y proclive a su destrucción. Así, elementos de cuento como la recompensa de una simple rosa o los caprichos de una princesa a modo de retos imposibles justificarían cualquier estrago concentrando la tristeza o el desamparo de los protagonistas de historietas como Denso amanecer y Ojos dorados. Ya en el asedio a la fortaleza en que consiste la primera de estas dos historias, se enfatiza la capacidad de impregnación de sus cartelas de texto al disponerlas de tal forma que actuen como catalizadores fundamentales de la atención del lector mediante unos rebordes ornamentales, conseguidos bien mediante líneas irregulares que simulen un cortante trozo de metal o por el contorno de una serie de remaches como los que ensamblarían cualquier plancha metálica. Dentro de una composición que además prescinde de pesadas onomatopeyas como las que podrían haber acompañado los relámpagos que Molibdeno el Mago lanza contra los ejércitos comandados por el caballero Rutenio. Onomatopeyas que jamás podrían igualar la atracción irreal que Mazzitelli va sumando según avanza la batalla y que la pericia de Alcatena logra sustituir dibujando a partir de la misma línea de algunas de las cartelas pequeños ribetes o salientes según el contorno de unos relámpagos semejantes a los que funden los cuerpos de soldados y guerreros. Otro aporte también clásico en la partitura del dibujante a la estructuración narrativa lo encontramos en la delicadeza y refinamiento del entintado y la geometrización de los fondos hasta enfatizar elementos casi accidentales respecto a las acciones que llevan a cabo los personajes de Ojos dorados. En esta historieta de amor cortés en clave metálica, que la imaginación de Mazzitelli aborda en base a elementos educativos más macabros y fabulosos que líricos o místicos, Plumbum junto a su compañero Ferrum tratará de hacerse merecedor de ese amor puro que inspira en él la princesa Aurum en un juego masculino de competiciones y pruebas cada vez más inasequibles que acabarán por desfigurar al propio caballero y, por supuesto, en la muerte de la princesa inalcanzable. Figura perfecta sobre la que el dibujante opera con un trazo que contradice las formas más espesas, a mano libre y llenas de volumen y texturas, con que representa al apasionado caballero Plumbum. Mostrando la distancia entre un personaje y otro también a través de distintas perspectivas y la insistencia en esos rebordes que a partir de elegantes pespuntes y finas orlas componen las viñetas dedicadas a la princesa Aurum.

Denso amanecer


Las otras tres historietas que completan Metallum Terra nos abren a nuevos escenarios alquímicos también al borde de lo dramático y lo grotesco. Unos escenarios que incluso acabarían por encontrar su eco en obras posteriores de Mazzitelli y Alcatena, pues no resultará difícil acordarse de las monstruosas locomotoras de Rumor de estruendo una vez nos aventuremos en el delirante universo ferroviario de una serie como Transmundo. Para el mismo propósito no es inútil añadir que Brillo en la oscuridad y El filo del universo pueden ser apreciadas como un anticipo de la clase de esclarecimiento que ambos autores propondrían a la mítica geografía de la mucho más ardorosa y violenta crónica fantástica de Acero líquido. A este nivel, y aun no tratándose de la primera colaboración entre guionista y dibujante, Metallum Terra representaría un hito de extrema importancia dentro de su tebeografía conjunta. Y una elección inmejorable para cualquier lector aficionado español que pudiera sentirse tentado de iniciarse en el reconocimiento de las claves y el tipo de representaciones predilectas de ambos creadores.
Pero la colaboración entre guionista y dibujante no debe reducirse a un único origen, después de todo, quién podría  asegurarnos que seríamos capaces de escoger una sola obra absolutamente determinante para su trayectoria por más que lo intentásemos. Tal vez lleguemos a constatar temas y regeneraciones de distintos motivos y materias llamados a enlazar uno u otro título, de entre los más apreciados a los menos conocidos, hasta llegar a discutir la importancia y repercusión de una historieta concreta. Ya es mucho. E incluso así seguramente tendamos a destacar cualquiera de las series de mayor extensión, obviando que algunos de sus mismos logros pudieran testimoniarse con igual o mayor atrevimiento a lo largo de pequeñas historietas no tan renombradas. Y a poco que profundizásemos en la tebeografía conjunta de guionista y dibujante, comprobaríamos que la estructura episódica de buena parte de las series que la componen vuelven mucho menos tentador prescindir de esas otras historietas breves que tanto parecen haber cultivado Enrique Alcatena y Eduardo Mazzittelli. Por el momento, deberíamos sentirnos felices de que a alguien se le ocurriera reunir tras una sobria portadilla otras diecisiete historietas agrupadas bajo el título Otros mundos imposibles [3] como complemento para este libro. Si bien es de lamentar que el editor no se tomase la molestia de indicar el año de publicación de todas estas historias (seguramente producidas para el mercado italiano en su mayoría); un mal bastante común en las ediciones argentinas, que en nada facilita enmarcar el recorrido y la evolución de un autor.    

Apenas humo

Al menos podremos ver la manera en que los universos totemistas tan caros a la faceta como ilustrador de Alcatena potencían relatos y argumentos sencillos, casi clásicos, propios de historias con un final férreamente oportuno. Aquellas que todo aficionado conoce y desea seguir leyendo de vez en cuando en busca de procedimientos y audacias difícilmente exhibidos a través de un tipo de lectura mucho más inflexible y artificiosa como el que actualmente se nos está proponiendo por medio de obras de una extensión mucho mayor. A ese tipo de consumo puede oponérsele una historieta de nueve páginas como Apenas humo donde la intensidad dramática se traduce plásticamente en los grandiosos obstáculos y estructuras de realidades imaginarias que cercan a sus protagonistas mientras intentan escapar del oficio (y el tiempo) en que han caído: en un mundo de humo y carbón paradójicamente la única salida pareciera poder alcanzarse gracias a un extraño ingenio volador a través del aire tóxico en que se vive y sueña la megaciudad primordial. Urbe sin término donde las fábricas imponen las innumerables actividades que de forma infinita ocupan a sus operarios. Como el deshollinador Asarbach, un individuo igual a todos los demás solo en apariencia, que espontáneamente acabará sacrificando esa posibilidad de escape que le brindarían las alas mecánicas en favor de un desconocido. En resumen, una de esas historietas que de haber caído en manos de cualquier otro autor olvidaríamos tras haber acompañado a sus protagonistas hasta la justa conclusión de la historia. Pero que el talento de Alcatena logra transformar imponiendo una escenografía confiada al fiero camino de lo colosal y permite a Mazzitelli analizar la atmósfera de ese efecto de eternidad que solo la desmesura del dibujante logra despertar en el lector. Así de extraño y fantástico es este método imposible que dota a cada historieta de una escenografía propia retomándola página a página sin desmayo.
No me atrevería a detallar cada una de las historias, pero tampoco a escoger solo mis favoritas. Incluso una aparentemente poco atractiva como la titulada Viaje alrededor del centro, catorce páginas con las que los autores pareciera hubiesen adaptado un verdadero cuento tradicional por nadie más que ellos conocido, acaba captando la atención del lector de un modo u otro. Quizás se trate de las analogías que Mazzitelli es capaz de establecer entre las estructuras secretas que rigen una ciudad y la interpretación de ese orden social junto a la manera en que este detona mediante una última declaración nada absolutoria para el protagonista. O por la medida en que Alcatena acierta a representar esa fuente de calamidades que Ulixes atraviesa de un emplazamiento a otro por una ciudad pesada y laberíntica en la que el mayor monstruo viene a ser la forma misteriosa de ese individuo dispuesto enfrentar cualquier prueba. Pues el personaje central de esta historieta no ansía otra cosa que penetrar en una jerarquía cuya existencia solo se justifica en su propio encierro. Sobre la construcción de este significado el dibujante dispone viñetas opresivas que un aficionado poco vigilante podría caracterizar simplemente como abigarradas al pasar por alto la actitud del narrador. Además de los particulares encabalgamientos de una a otra viñeta y esas otras amplias ilustraciones en las que Alcatena condensa el relato de las idas y venidas de Ulixes entre un escenario y otro. Un ejemplo de wonderland que también parece abundar en motivos tradicionales y folclóricos nos lo ofrece el relato que se nos narra en Del otro lado y Más que roca, dos historietas que tienen en común no un protagonista sino a unos enigmáticos encapuchados que desde la sombra marcan el destino y las decisiones de hombres y monstruos. Veintiocho páginas por las que circulan variopintos personajes y criaturas que abarcan diseños de lo más toscos y prototípicos a los más estilizados de que Enrique Alcatena es capaz cuando no usa de referentes demasiados explícitos y en historietas que en rigor no implican una dimensión heroica incondicional. Los rasgos característicos de este tipo de fantasía permiten que Alcatena ejecute su oficio entre el prodigio y la curiosidad llenando viñetas con elementos que escapan a la trama o al papel principal de los personajes. Para asombro y gozo de muchísimos de sus admiradores, desde luego, pero logrando a la vez una impresión de reposo y quizás hasta de mayor amplitud del propio relato como elementos que ayudan a dar cobertura y a ampliar su inclinación hacia lo fantástico. Las aguas que surcan los pasajeros del buque perteneciente a la historieta Inmensidad son ejemplo de ello. Esta historieta se centra en un tema que aparece igualmente tratado en otra historia de las aquí contenidas, la titulada No será, que contra lo que anteriormente se pudiera haber escrito en la línea 72 del párrafo 33 de este escrito bloguero perfectamente podría enmarcarse dentro de la ciencia ficción y los viajes temporales, aquel del imposible regreso que emprenden los pueblos perdidos.
Cabe destacar, fuera del contexto de las historias que transitan de la fantasía heroica a la fantasía feérica, e incluso la ciencia ficción, las tres historietas consagradas a la serie Tenebra que con ese u otros títulos añadidos se recopilan en este tebeo. Por una razón bien simple, o por simple gusto personal, qué más dará... su materia es el horror. Una atmósfera gótica que puede prender entre quienes apreciaron a ciertos dibujantes hoy ya considerados clásicos como los que se homenajea por estas páginas. Y por encontrar esa vida natural que Enrique Alcatena consigue en no pocos de los monstruos que alumbra y con los que ahoga su imaginación mientras consigue alimentar la nuestra. 


Segunda de las historias de Tenebra 


Todavía quedarían por aclarar las condiciones verdaderas de la inclusión de la última de las historietas contenidas en Metallum Terra y otros mundos imposibles (tebeo (22 x 15) en rústica): Esquizoopolis. La gran noche en que todos se harán ricos. Ya que en realidad se trata de una serie mayor y parece escapar a las premisas en las que pudieran fundirse el resto de historietas agrupadas bajo el epígrafe "Otros mundos imposibles". Además de haber sido serializada en revistas cuya adquisición podría suponer hoy una hazaña del todo prohibitiva. Se tiene por leyendas vivientes a los pocos españoles que atesorarían un número de Hacha; algunos de ellos desaparecidos en extrañas circunstancias junto a parte importante de sus tebeotecas. Por lo que hubiera sido preferible esperar a una recopilación mucho más provechosa en la que se reunieran las historias de Esquizoopolis ya difundidas con anterioridad junto a la que, según parece, o dice internet, se trataría de una aventura inédita. Así que nada deseo anticipar sobre la misma a quienes todavía no tuviesen la fortuna de disfrutar al menos una mínima muestra de esta desopilante serie a la que, por sus desenfrenados y enloquecidos personajes, únicamente otras creaciones como son Dr. Paradox o Dugong y Manati podrían asemejársele. Eso y que se trata de la única historieta humorística de Mazzitelli que conozco... "Si existen más como esta, pónganme tres toneladas."

 

[1] He aquí mi lamento: la degradación funcional del mercado español de la historieta y sus agentes como meros feudatarios de sistemas editoriales foráneos ha encontrado en la segregación del público, dividido en un lector medio al que estigmatizar y un lector denominado ocasional de incierta ubicación y difícilmente mensurable, el marco con el que justificar éxitos y fracasos editoriales. Y así poder señalar como verdaderos triunfos incluso las limitaciones logísticas y económicas de sus empresarios. Llegando al ridículo de calificar de innovación, y un avance dentro del ámbito editorial, campañas de financiación colectiva llevadas a cabo por editoriales totalmente dependientes de licencias extranjeras como ECC ediciones (actualmente responsable por las publicaciones de los superhéroes de DC Comics en España) como el que culminó con la traducción de la kirbyesca Kamandi en uno de esos mamotretos buenos para partir nueces y hacer leña. 
[2] ¿¡Cómo es que la sanidad pública no cubre los descalabros psicológicos que sufrimos los aficionados!?
[3]  Apenas humo
Camaradas del desierto
Aventura celestial
Fuego y hielo
El reino astillado
Un soldado
El viaje
Las voces sibilantes
No será
Viaje alrededor del centro
Inmensidad

Del otro lado
/ Más que roca
Tenebra / Tenebra / El hombre feliz (¿existirían más episodios de esta serie?)
Esquizoopolis (capítulo inédito de una serie publicada en las revistas Hacha y El Tajo)