jueves, 31 de enero de 2019

Un horror nacional: Prontuário 666


El contexto de la historieta brasileña resulta extraño a los intereses de los más chisporroteantes divulgadores que se sofríen en la sartén española, revuelvan estos sus sesos sobre papel o a través de internet, como del desconsolado y escaso público que insiste en abrazar un medio que ya solo acierta a adquirir cierta legitimidad en tanto se le presente adornado con los espejuelos de la dificultad y unas cintas que acrediten la labor de misioneros y visionarios de sus autores entre ese otro público menos incondicional pero más espontáneo al que se ha bautizado por dos veces como comprador y ocasional. O de los igualmente fabulosos editores que todavía tratan de hacer de este su forma de vida incluso sacando adelante tebeos que se diría de producción propia. Unos productos nacionales paridos eso sí en la pureza de la inmediatez y la actualidad, casi siempre tan ocasionales como lo son sus consumidores. Y entre tanto una historieta más sencilla y menos ascética escapa huyendo del ruido hacia Francia o donde quiera que tributen hoy los muchos dueños de la Marvel o de DC. También las Dark Horse y Valiant, o las industrias descalzas del Japón y sus embajadores de felpa; no seamos incultos con los temas universales como el superhéroe y el armamento colonizador de tetas y obuses regalo de los humores amarillos del manga.
Tampoco es que el aficionado ni natural ni espontáneo que todavía lo es todo para la historieta en Brasil no se encuentre igualmente entregado a mitos y a figurones extranjeros. Y día sí y día no (y a la noche también) reclame la publicación del pasto que van a traer para él la Marvel, DC y las industrias descalzas que salvan al vulgo del aburrimiento en cualquier parte del mundo donde se sigan consumiendo historietas. Pero por comparación al caso español les quedan a los brasileños un par o más de mitos y leyendas propios— autóctonos como lo son las hadas en la vetusta Gran Bretaña o Arnold Schwarzenegger para los austríacos unidos— que consienten en mascar con los ojos y pagar con sus fortunas en forma de algunos nuevos tebeos y oportunos rescates junto a los otros iconos extranjeros, implantados allí de manera más precaria de como habitualmente nos son servidos en España. Con todas las replicas y copias que acarrea casi siempre el consumo de unos mitos que les son tan particulares como personales. Ya se trate de alguno de sus propios superhéroes, inconcecibles por su obstinación en perpetuarse aunque sea a partir de las más precarias de las estrategias conocidas década tras década, como de los famosos personajes infantiles que derrotaron a Disney de la mano de Maurício de Sousa. O el paso a las viñetas de sus personajes históricos y literarios predilectos y algún nuevo y cinematográfico vengador urbano como O Doutrinador.




Precisamente de la fruición por mantener vivos sus iconos populares nació esta obra, Prontuário 666: Os anos de cárcere de Zé do Caixão, tebeo con función transmedia que data del año 2008 y cuyo lanzamiento precedió al de la película del mismo año Encarnação do Demônio. Mediante la que se pretendía cerrar la trilogía del personaje que se iniciara con À Meia-noite Levarei Sua Alma y Esta Noite Encarnarei no Teu Cadáver, películas de 1964 y 1967, respectivamente, salvando así un largo hiato de más de cuarenta años durante los que Zé do Caixão siguió estando presente en la conciencia de los brasileños pese a todo. Ya como mero reclamo mediante el que aglutinar una serie de cortometrajes o por su participación como un personaje más dentro de películas que ni siquiera protagonizaría realmente. O tal vez, en la más legítima de las razones, debido a esa fantasmática conformidad entre la figura del cineasta José Mojica Marins y su criatura que propiciaría el salto de autor y personaje a otros medios, como el televisivo y el historietístico, en los que se acabaría por fraguar una estimación ya inquebrantable del público brasileño hacia este icono bautizado como Zé do Caixão, o Josefel Zanatas como también le conoceremos más privadamente. 
La inclusión de esta historieta en el universo cinematográfico de Zé do Caixão es sencilla: servir de enlace entre el final de la segunda de las películas de la trilogía y la conclusión de la saga estrenada casi a la vez que la publicación del propio tebeo. Una maniobra que a su vez se ocupa en tratar de actualizar al personaje y revertir cierta confusión demasiado extendida acerca de la naturaleza sobrenatural de su maligna figura; debida a los muchos años de pura servidumbre durante los que actuó como anfitrión y presentador de excepción en fábulas escabrosas y sobrenaturales, tanto en programas de televisión como en revistas de historietas. 
Esa intención de volver a integrar al público brasileño en el angustioso mundo creado por José Mojica marca profundamente la instrumentación de los elementos terroríficos característicos de la saga que la argumentista y coguionista de Prontuário 666 Adriana Brunstein idea junto al dibujante Samuel Casal. Como si ambos hubiesen sido obligados por el mismísimo protagonista de la obra a jurar y a hacer guardar fidelidad "ideológica" a los lectores con los presupuestos nihilistas de Zé do Caixão. Iconoclasta hasta la perversidad. Quizás el único hombre que ha aspirado alguna vez en la historia a pronunciarse a sí mismo. Superando toda idea de moralidad y de una naturaleza divina al hacer del método científico, y la ciencia en sí misma, una cristología personal en la que en virtud de un descarnado ateísmo se involucra el acontecimiento trinitario del nacimiento del Hijo perfecto como auténtico continuador (¿tal vez idéntico?) de su sangre. Que deberá ser engendrado además por mediación de una mujer por todo perfecta, puesta a prueba por el propio Zé do Caixão a través de los más crueles ensayos.
Lejos de presentarse como una simple adaptación, la historia viene a descubrir qué fue del personaje entre la segunda y tercera de las películas a través de sus años de encierro en un centro penitenciario. En el que Josefel Zanatas permaneció por cuarenta años hasta su liberación, enlazando con el comienzo de Encarnação do Demônio sin que resulte engañoso asistir a esta última se disponga o no de la voluntad necesaria para poder acceder realmente a esta otra historia previa. —Ya he hablado suficiente de la poca estima en que tengo a los editores españoles y su raro gusto por repetir fórmulas fracasadas. O por franquiciar sin riesgo alguno, a expensas casi siempre de lo que ya ha sido presentado con anterioridad al público francobelga para todo cuanto material no proveniente del mercado japonés y estadounidense se refiere. Y mi opinión sobre cómo actuan y consumen historieta los aficionados en España tampoco... vamos, que viene a ser casi igual.— Si bien en este proceso de coordinación entre lo narrado en el tebeo y el recorrido posterior del personaje en su última película se haya acertado a incluir en el primero cierta información más que relevante para recomendar posponer el disfrute de Encarnação do Demônio, con seguridad, una obra más accesible a través de internet de lo que pueda ser conseguir un ejemplar de Prontuário 666 desde España a día de hoy, la película resulta completamente abordable en sí misma. (Y ya lo he dicho dos veces.)

¡A por ella entonces, mis conformistas amigos!   


































A los pocos que se acerquen hasta estas celdas brasileñas en compañía de Adriana Brunstein y Samuel Casal atreviéndose a escudriñar entre sus páginas los nada carnavalescos experimentos de Zé do Caixão, enseguida les asaltará la calidad de un grabado que pudiera parecer se dispone en relieve cuando el dibujante se da al empeño de crear una estampa por página completa. Tal milagro podrá ser mejor apreciado más adelante. El sadismo del presidiario 666 (prontuário hace referencia a su ficha personal en la prisión; así como caixão a un simple féretro o ataúd, por si hiciera falta apuntarlo todavía a esta altura) se beneficia de esta suerte de estampa digital que Casal maneja a modo de xilografías de modo que resulte difícil imaginar un arte distinto y más conveniente para exponer el contexto violento en el que se desarrolla la historia. Así como nunca se podrá encontrar después ninguna otra forma tan convincente para caracterizar a un personaje al que se ha definido como máximo representante del gótico brasileño dentro de la tematización carcelaria dispensada a esta obra.
Casi se diría que todo estuviese predestinado a que una pesadilla brasileña que se viste con los ropajes del viejo mundo como Zé do Caixão solo podría haber mantenido su distintiva indumentaria aun dentro del sistema penitenciario a partir de la propuesta gráfica que se realiza aquí por el grabado o estampa. Que en manos de Samuel Casal va más allá de precisar ser ilustrativa gracias a lo contrastado de su trazo y al transfigurarse en historieta.
Así, la herejía está servida. Y resulta todavía mayor. Porque con ella se desfigurará lo imposible sumando a un medio hoy casi ni popular la marca del estilo y las formas del que en tiempos fueran sus inicios junto al folletín. Como ya quisieran poder emular otras historietas calificadas de postmodernas, o hasta de metalingüísticas, que en realidad deberían arrojarse al abismo de lo fatuo por la detestable incontinencia de sus mecanismos y artificiosidad.
Ni que decir tiene que la entronización y glorificación del protagonista está asegurada desde un principio. Cómo descenderá el terror dentro de la cárcel a la que él trata de "zoológico humano" viene a ser lo importante. Y, en un comienzo, nada se le opondrá. Zé do Caixão operará sobre las criaturas humanas demostrando la impureza que las enciende, serán varios y diversos los sujetos puestos a examen en este laboratorio. Como el pedófilo que dio en inmortalizar a sus víctimas infantiles al tatuarse los rostros de estas en su propio cuerpo. O el preso que se mantiene en negocios secretos con un corrupto vigilante de la prisión.

[Para que los que desconocían hasta ahora al personaje no se lleven a engaño con la naturaleza siniestra de Zé do Caixão apuntaré que es la encarnación y la creación de la tortura psíquica y física. Sus experimentos no buscan redimir al corrupto ni limpiar la conciencia del asesino como en esa moralista serie estadounidense titulada Saw. Y, efectivamente, sus uñas además de no deberse a un efecto especial (lo que José Mojica se ahorraba en manicura podía gastarlo en la compra de celuloide) fueron la inspiración del buen Freddy Krueger; así como de buena parte del trasfondo de Pesadilla en Elm Street.]
















La aclimatación de los métodos para sugerir el terror y dar con la misma atmósfera onírica que resultaba de las películas de José Mojica se mantiene no solo, o no únicamente, por los contornos expresionistas con que el dibujante dota a la figura de Zé do Caixão o el modo casi que autobiográfico en el que por algún breve episodio llega a narrársenos la pasión de Josefel Zanatas durante los peores momentos de su reclusión. Quienes tengan algún mínimo conocimiento de la saga fílmica encontrarán ciertos elementos recurrentes a las historias del personaje, por ejemplo, su amor hacia las alimañas, que en Prontuário 666 da inicio a la alteración de los valores sociales y a la representación alegórica de una sociedad corrupta. Pues el contexto histórico de 2008 no es el de la dictadura y los tiranos que quedaron atrás con las dos primeras obras cinematográficas protagonizadas por el personaje.
El discurso de violencia y las formas de tortura con que Zé do Caixão actuaba antaño no dejan de contraponerse al nuevo contexto.
Sin pretender con ello imponer una nueva estética en el universo de José Mojica, esta condición de estar el terror y la figura de Zé do Caixão comprometidos con el contexto brasileño actual encuentran ahora su mejor expediente en el dominio de la fe religiosa. Lo que ya desde sus inicios era un elemento propio en su retórica contra lo indecible dentro de la particular búsqueda de la mujer perfecta, se vuelve estructural en esta nueva narración, intensificando la incertidumbre ante la percepción que sobre sí mismo y su entorno llegará a experimentar Josefel Zanatas cuando sea víctima de sus propios métodos. Precisamente el último tramo de la historia se aprovechará de esta indeterminación en la que los presupuestos del protagonista se tornan más ambiguos haciéndole dudar de su cordura, y propiciarán composiciones más atrevidas y la utilización de recursos infrecuentes como la sobreposición de onomatopeyas de unas viñetas a otras. No obstante, la caída en el abismo de Zé do Caixão no es indirecta y no se vacila en señalar a la dirección y a los funcionarios de la cárcel como sus instigadores. La liberación final se intensificará con un nuevo asesinato. El requisito para una tal transformación desde el febril proceso onírico o alucinatorio a través del que el protagonista logra triunfar sin difuminar el terror que la negación de todo elemento sobrenatural sobrevelleva iniciando un más puro delirio psicótico como el que atraviesa a los que osan contradecir a "seu Zé".






La última de las estampitas desacralizadoras operadas por Samuel Casal que aquí me he tomado la libertad de escanear, para degüello y como homenaje de los muchos fans españoles de Peter Kuper, debería servir de ejemplo de lo que franceses y belgas se están perdiendo. Ya sabéis, si alguna vez publicasen esto en Francia...
Mientras tanto, mis famosos amigos, a chupar la historieta del catálogo del INJUVE.

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